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La cosa

Caratula de "La cosa (The Thing)" (2011) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Llama la atención que Hollywood, en su desenfrenada carrera por volver a exprimir los éxitos de la década de los 80, se haya fijado en una película como La cosa (John Carpenter; 1982). En primer lugar porque el film de Carpenter fue una auténtica anomalía dentro de aquella década dominada por el cine adolescente de Spielberg y Lucas.

Y en segundo lugar, y tal vez más importante, porque La cosa de John Carpenter fue un fracaso bastante importante de taquilla y su director se las tuvo que ver y desear con el estudio para sacar adelante la película que él quería, la misma que el público de la época no quiso o no puedo entender.  Ahora, como si con ellos no fuera la cosa, la propia Universal echa mano de la película que en su día maldijo para poner en marcha una nueva aproximación, más que nada porque sabe que la película de Carpenter es hoy, con toda justicia, un film de culto.

Para el profano en la materia, puntualizar que La cosa (2011) no es exactamente un remake, aunque se pueda consumir como tal, sino una precuela. Es decir, en la película que nos ocupa vemos lo que se supone sucedió justo antes de que arrancará la película de Carpenter. Para la ocasión, la Universal, seguramente resarcida de los tira y aflojas que tuvo que sobrellevar en su día con John Carpenter, ha preferido elegir a un director novato, ajeno en la materia aunque con un prestigioso currículum vitae como publicista; el holandés Matthijs van Heijningen Jr. Merece la pena destacar que cuando Hollywood descarta determinados nombres con más entidad personal y se decide por realizadores anodinos o abiertamente desconocidos, suele ser porque el estudio ya tiene perfilada una idea de qué es lo que quiere y para qué lo quiere, de modo que no quiere que venga ningún director con insuflas de genio a decirles qué es lo que tienen que hacer. Pues bien, esto es exactamente lo que ha ocurrido con La cosa (2011).

El film de Heijningen salva los muebles con toda dignidad aunque sin decir una palabra más alta que otra y por tanto, sin un ápice de riesgo, algo que definió el film de Carpenter. Tiene de bueno, la película de Heijningen, que se pasa rápida, de modo que no hay demasiado tiempo para reparar en sus abundantes carencias dramáticas y en sus mediocridades formales, así como en el uso y el abuso de los efectos digitales. Y es que el problema de esta cosa cinematográfica frente a la cosa de John Carpenter es, esencialmente que ésta, ni se sabe, ni se cree estar diciendo algo nuevo, ni de una forma nueva. En La cosa (2011) todo suena a extrañamente familiar por más que Heijningen haga encomiables esfuerzos por acercarse a la película de Carpenter. Se nota que a Matthijs van Heijningen Jr. le gusta la película de Carpenter. Me alegro, no esperaba menos. Pero de ahí a igualarla o hasta superarla, hay todo un abismo.

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