Crítica:

Público recomendado: Adultos

Susan Morrow (Amy Adams) es una galerista que vive en Los Ángeles junto a su segundo marido.

Bajo apariencia de éxito, ambos tienen vidas vacías y arruinadas. Un día recibe de su ex marido, al que no ve desde hace dos años, una novela dedicada a ella. Se trata de una historia cruel, sobre una familia que es atacada en una carretera. En seguida, comienza a ver paralelismos con su propia vida. La novela le inquieta, le atrapa, le devuelve a su pasado. ¿Qué pretende su ex marido con este relato?

El diseñador de moda Tom Ford dirige su segunda película y nos narra de un modo muy sensual una historia sobre la culpa, un thriller absorbente que habla de la relación entre la ficción y la realidad, que nos devuelve el pasado al presente.

Basada en la novela “Tres noches” de Austin Wright, utiliza un recurso ya conocido, la metaliteratura, una novela dentro de la novela. El nombre “Animales nocturnos” es el título de la novela que recibe la mujer, y el elegido para la película. Al mismo tiempo, coincide que la protagonista padece insomnio y no suele dormir por las noches.

Se trata de un reproche a la vida real, con personajes que sufren las consecuencias de sus malas decisiones, que viven con un arrepentimiento tardío, que impregna sus vidas de melancolía y dolor.

La cinta es más visual que narrativa, atrapa más por sus imágenes y secuencias que por la historia, poco explicita, que tienes que hilar poco a poco. La primera secuencia con los desnudos de señoras obesas en la galería es demasiado fuerte para un comienzo aún sin articular.

Animales nocturnos ganó el Premio del Jurado en el Festival de Venecia de este año 2016, y es notable el resultado cinematográfico, aún más teniendo en cuenta esta incursión del diseñador en el cine, pero no la recomiendo para todos los públicos, tanto por sus imágenes fuertes como por su contenido violento y cruel.