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Heidi

Caratula de "Heidi" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Todos

“Desde la risueña y antigua ciudad de Maienfeld parte un sendero que, entre verdes campos y tupidos bosques, llega hasta el pie de los Alpes majestuosos…”. Así empieza el cuento Heidi, una de las obras con la que suspiran orgullosos los suizos de su creadora, Johanna Spyri, que nació y murió en el país centroeuropeo. De similar forma, pero en imágenes, comienza la película con el mismo nombre del director alemán Alain Gsponer (Las aventuras del pequeño fantasma, Lila, lila, Así es la vida…) que ocupará próximamente nuestras pantallas, esta vez con personajes de carne mortal.

Los que tenemos años recordamos aquella serie japonesa de dibujos animados y, por supuesto, su banda sonora que tarareábamos todos con tono oriental. El filme de Gsponer no la ha incluido y sí unos paisajes majestuosos, que ponen los “dientes largos” para disfrutarlos, y que confieren a Heidi como un acertado reclamo publicitario para visitar la montañosa Suiza y parajes montañosos similares.

Heidi (Anuk Steffe) es una niña vitalista y llena de entrañable candidez que acepta sin resistencia que su tía la “aparque” con su abuelo (Bruno Ganz: Remember, Amnesia, El consejero…), un viejo solitario, arisco y antisocial. La niña tiene esa disposición de apertura a la vida y, en su sencillez, percibe que tras esa postura del viejo está el padre de su madre fallecida y un hombre bueno.

Allí conocerá y se hará amiga de Pedro, el niño montaraz que apacienta las cabras del abuelo y con el que conocerá los flores, plantas y animales de la montaña en un canto ecológico pleno.

Por artimañas de su tía, volverá a la ciudad para ser la acompañante de Klara, una niña inválida que pasa la mayor parte del día encerrada en casa y bajo la égida de la señorita Rottenmeier, institutriz férrea en normas y etiquetas, pero incapaz de empatizar con la pequeña que vive los días pegada a su silla de ruedas. La aparición de Heidi llenará sus días de “sorpresas” cotidianas y compensará la falta de afecto de un padre continuamente ausente por negocios.

Heidi es una cinta sin pretensiones que sabe equilibrar con sencillez el drama de los personajes, sin cargar las tintas. Un montaje ágil favorece la transición de los sucesos sin que decaiga el ritmo narrativo. Acertada es también la escenografía campestre y de ciudad, como lo es asimismo la actuación natural de los actores, a los que el guion ha evitado sobreactuaciones dramáticas innecesarias.

Así, la niña, el abuelo y el resto de personajes participan de una naturalidad que hace correr la historia sin que empalague en ningún momento, como ha ocurrido en ocasiones cuando se ha llevado al cine textos o novelas del siglo XIX, donde los niños sufren penurias sin límite.

La historia de esta niña empezó en la imaginación y sensibilidad de Johanna Spyri (Suiza 1827-1901), que además de Heidi, su obra más universal, tiene otros relatos, como La pequeña salvaje, El lago de los ensueños, Luisita, Sin patria, Sina y Perdido y encontrado.

La niña inocente y vivaracha, que plasmó con pasión en el papel, ha saltado de las letras para encarnarse en Anuk Steffe, gracias al tino de Alain Gsponer y de un buen guion.

¡Que la disfruten pequeños y mayores!, porque nos devuelve a aquella inocencia infantil que los avatares cercanos y globales nos nublan para reconocer que la vida, con todo, es bella.

 

 

 

 

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