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Jackie

Caratula de "Jackie"

Crítica:

Público recomendado: jóvenes-adultos

¿Qué lleva a un director chileno de cuarenta años, con varias películas originalmente estrenadas en español, a atreverse a rodar en inglés un biopic sobre la, seguramente, más famosa, admirada y querida primera dama estadounidense?

La última película de Pablo Larraín opta a tres estatuillas doradas en los próximos premios Oscar: dos técnicos, por el vestuario y la banda sonora, y otro de los gordos por el notable trabajo que ha hecho como protagonista Natalie Portman, recompensa más que merecida por la sobresaliente puesta en escena de la actriz israelí, premiada anteriormente por su memorable recreación del límite entre locura y cordura en la muy celebrada y oscura Cisne negro (Aronofsky, 2010).

Jackie es una película que busca ahondar en los recovecos del alma de Jacqueline «Jackie» Kennedy antes, durante y después del asesinato de su marido, J. F. Kennedy, en la ciudad de Dallas, en noviembre del año 1963. Todos podemos reconstruir mentalmente la escena de la tragedia, convertida ya, y gracias a la fuerza de las imágenes, en imaginario moderno colectivo: el presidente pasea con su mujer en un coche descapotable y cae abatido. El film muestra el dolor de su esposa, a caballo entre el desconcierto y la incredulidad, de donde nace una soledad inabarcable. Sus cigarrillos ansiosos -su aparente único sostén-, su esfuerzo “atlántico” por intentar cargarse a las espaldas el país de su marido, ese levantar el mundo con sus solas fuerzas. Y es también Portman la que consigue cargar la película a sus hombros: la entera narración la tiene a ella como centro irradiador. Y es que Portman tiene magnetismo de estrella: atrae a la cámara como un imán; su rostro lánguido y su mirada perdida, e igualmente nos arrastra su tormento. Su desarraigo se convierte en nuestro desarraigo gracias a una banda sonora que dota al film de una atmósfera de tensión, cargándolo de una rigidez y una insoportabilidad difíciles de sostener: Jackie debe enfrentarse al vacío físico que ha dejado el presidente y también al desconsuelo espiritual en el que se encuentra. Para ello cuenta con la relación con un sacerdote, interpretado por John Hurt (The elephant man, Alien, Disparando a perros), -recientemente fallecido y a quien debe agradecérsele una dilatada y notable carrera cinematográfica: solía pasar desapercibido, pero su aplomo se hacía notar en las películas en las que había actuado- con quien se mantendrá en diálogo. Un diálogo, sí, porque en esta película no se censuran ni se soslayan los dramas que la vida plantea, y tampoco se evitan las preguntas que la angustia y el tormento provocan en el hombre. Se afrontan, se miran a la cara e intentan responderse. Así es Jackie: mucho Natalie Portman, poca acción y un espacio en el que la hipótesis acerca de una fe que aún puede responder a las exigencias de la vida encuentra algún recoveco.

 

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