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Mi vida entre las hormigas

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Los directores Juan Moya y Chema Veiga, admiradores y fans del grupo “Ilegales” convencieron a su líder, Jorge Martínez, un tipo muy grillado, para realizar un documental sobre la trayectoria de la banda. No era la primera vez que se le planteaba a Jorge la idea de hacer algo sobre la banda, pero esta propuesta triunfó y Jorge accedió. Lo curioso es que, de momento, no era nada más que un proyecto de unos emocionados de la vida, unos “motivados”, como se dice por ahí.

El proyecto fue cobrando forma y con más de 23 horas de material, entre entrevistas, archivos y animaciones diseñadas especialmente para el documental, y tras un primer montaje de casi tres horas, “Mi vida entre las hormigas” es un documental que cumple más que satisfactoriamente.

La cinta se estructura más por planos de lectura, por capas de significación que por un relato cerradamente cronológico. Y así, vamos entendiendo al personaje. La idea clara de los directores, y así lo ha expresado Chema Veiga es lograr un documental que no sea de mero consumo interno de los fans de los Ilegales. Nos entrega un Jorge Martínez complejo y poliédrico, con muchas facetas interesantes: un tipo complejo, provocador, con mucha pose de malo, un broncas total, un pieza, en una palabra. Pero es un tío de una asombrosa cultura musical: compositor, letrista, guitarrista, y de amplias miras para un músico rock: alguien que conoce desde el jazz, la balada, los romances medievales, hasta el surf, el rockabilly y que lo ha volcado en una banda de rock. Siempre con canciones elaboradas y letras interesantes.

En la música radica uno de los grandes aciertos del documental, pues las letras de Jorge han reflejado siempre su tensión interior, su lucha y su sensibilidad herida por su entorno: desde las luchas laborales del norte minero en reconversión industrial, la muerte de los amigos, la soledad o las ganas de pegar un puñetazo a alguien. Las letras jalonan el hilo del documental de un modo magistral.

Acierta el documental, y tiene la surte de las numerosas horas en que conocemos a Jorge. Al ser un músico que tiene la suerte de vivir lo suficiente para contarlo, y no haberse quedado por el camino, los años dan perspectiva a muchas de sus paranoias y movidas juveniles. Hay una mirada distinta de las drogas, de la gente que ha dejado por el camino, y una llamada a la autenticidad, que es una de las claves de la vida de Jorge. Cierto que la autenticidad es un valor problemático, porque en ella se puede esconder cualquier cosa, desde el narcisismo más tonto, la pose más absurda o incluso el seguimiento cerril de la moda, del último grito. Pero en el caso de un artista, la reflexión sobre la autenticidad tiene mucho que ver con la soledad, con búsquedas a contratiempo, fuera de las modas, y una visión más distante al éxito. Cosas de estas las hay en Jorge y nos atraen mucho de él.

El cartel de críticos musicales y artistas que hablan es ciertamente, algo destacable: Jaime Urrutia, Miguel Ríos, Jesús Ordovás, Diego Manrique y muchos otros. Cosa curiosa, como gente que se gana la vida con la palabra, puestos ante un micrófono para hablar de Ilegales, no ocultan una pobreza de vocabulario pasmosa. Tíos de 70 hablando (casi) tan mal como chavales de 15. Quizá seamos los pocos los que nos gusta distinguir la conversación privada de la conferencia o discurso público, para cuidar más este.

Pecata minuta, tal vez. Lo que sí nos dejan muy bien dicho es que uno de los problemas o del drama, podríamos decir es que el personaje del líder de Ilegales, con su histrionismo, su “pasadodevueltismo” oculta a la persona, y peor, puede ocultar su música, la de una de las grandes bandas del rock español.

 

 

 

 

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