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Testigo

Caratula de "Testigo"

Crítica:

Público recomendado: Adultos

El thriller de espionaje lleva varios años sin levantar cabeza en busca de la seña de identidad que en su día lo caracterizó: en la actualidad es difícil separar lo que podría ser una mediocre cinta de acción, de una de espías. Intentando salvar el cuello, muchos realizadores optaron por copiar “el modelo Bourne”, de ahí que en Estados Unidos la mayoría de proyectos de espionaje y thriller de intriga siempre deban tener en su ADN la típica persecución espectacular, tiroteos de tebeo, explosiones sorprendentes, y coreografiadas peleas. Sin embargo, todavía queda una esperanza: el cine europeo; su peculiar tratamiento de la trama y elementos narrativos siempre han llamado la atención del gran público en busca de nuevos retos cinematográficos. En el cine de espionaje no es una excepción: obras como la excepcional El escritor de Polaski, o la adaptación de las obras de John LeCarre del agente George Smiley son la mejor prueba de ello. En este caso, tenemos delante la ópera prima del ahora director Thomas Kruithof, Testigo, un thriller de espionaje entretenido, vistoso, de estructura mil veces vista, y algo descafeinado.

La trama nos presenta a Duval (François Cluzet), al cual una misteriosa empresa le ofrece un trabajo sencillo: transcribir escuchas telefónicas interceptadas. Pero pronto se verá envuelto en un complot político al que deberá hacer frente. Siguiendo el testigo de otras producciones anteriores y presentando ciertas similitudes (más de una) con obras como La Vida de los Otros de Florian Henckel von Donnersmarck o La conversación de Francis Ford Coppola, la obra nos presenta una trama envuelta en un aire kafkiano de “hombre envuelto en gran complot político”, donde la crítica al sistema gubernamental es obvio, principalmente al mandato de  Sarkozy. Los ambientes claustrofóbicos, y en general la paranoica atmosfera es lo más conseguido de esta producción francesa, donde la inspiración del mundo de Hitchcock es inevitable en toda la red de engaños del mundo del espionaje. Lo más llamativo es la cierta asincronía de la película: nada de internet ni de sofisticada tecnología propia del mundo de James Bond. Todo se hace como antaño, con las viejas máquinas de escribir y las cintas de casete, un detalle que se agradece puesto que se trata de un retorno a los ambientes del espionaje de los años 60 y 70.  Sin embargo, como ya se ha dicho, todo en esta obra suena a déjà vu, nada realmente nuevo que vaya a sorprender a los aficionados del cine de espías, suponiendo un flashback constante, aunque entretenido, muy bien llevado y dirigido.

En conclusión, una película con nervio y pulso, que supone una entrada con fuerza de este nuevo director, con unas interpretaciones magnificas destacando sobre todo la de François Cluzet. Y aunque la trama no vaya a suponer nada nuevo, es muy agradecida la vuelta a los comienzos de los antiguos y verdaderos espías, en ese mundo truculento, oscuro, turbio y lleno de conexiones políticas secretas.

 

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