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The Crucifixion

Caratula de "La crucifixión"

Crítica:

Público recomendado: Adultos

The Crucifixion tenía un punto de partida interesante para confeccionar una buena película de terror. El film está basado en un hecho real que tuvo lugar hace doce años en la Rumanía profunda, en Tenacu, un pequeño pueblecito situado en Moldavia, a unos 400 kilómetros de Bucarest. Allí, llegó de pasar una temporada en Alemania Irina Maricica Cornici, una joven de 23 años que tras entrevistarse con el singular padre Daniel Petru Corogeanu, cogió los hábitos de la congregación y se hizo monja.

El problema vino tres meses después cuando la joven Irina comenzó a manifestar determinados signos que según parecen, evidenciaban que estaba poseída por un demonio. El Padre Daniel la sometió a una dolorosa y tortuosa sesión de exorcismo y después de tres días sin comer ni beber nada Irina murió y al sacerdote que la sometió a semejante tortura lo condenaron a 14 años de cárcel.

Xavier Gens, director de The Crucifixion estaba dispuesto a irse a rodar a Tenacu, donde ocurrieron los hechos, para conservar el verismo de la historia y se rodeó de especialista en el tema que le asesoraron cómo y de qué manera se debe actuar ante un exorcismo.

Sin embargo, en Rumanía le dijeron que quizá no era buena idea rodar en Tenacu, donde lo ocurrido con la madre Irina estaba aún muy fresco y reciente de modo que mejor sería irse a rodar a otro sitio. De modo que el equipo de The Crucifixion se fue a Sighisoara, también en la zona y para postre, tierra natal de Vlad Empalador, más conocido como Drácula.

No obstante, y pese a todos los esfuerzos por parte de Gens y su equipo, al final The Crucifixion no pasa de película mediocre de terror que en le mejor de los casos, salva los muebles con dignidad. Y eso que además de Gens, que es un director de cierta solvencia formal, detrás del guión estaba Carey Hayes y Chad Hayes, responsables del liberto de un peliculón como Expediente Warren. Sin embargo las cosas en The Crucifixion no terminaron de encajar como en Expediente Warren, eso está claro.

La película de Gens se contempla con moderada ligereza pero se olvida con suma rapidez. No hay una sola imagen que cale en la cabeza y eso que tenía el material suficiente como para idear momentos realmente terroríficos. En cambio, el film de Gens se conforma con jugar al cine de detectives al tiempo que lo salpica de cine de terror para terminar sin ser ni una cosa ni otra.

Película absolutamente olvidable que pese a sus esfuerzos tampoco resulta especialmente verosímil. Haber rodado en la Rumania profunda y haber contado con expertos en el tema no han impedido que la película se quede en convencional propuesta de terror sin un ápice de novedad.

 

 

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