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Urban Hymn

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

La película se abre con las revueltas vandálicas de pillaje, robo, asalto, incendios… de Londres en 2011, contexto para traer una ficción en clave de realismo social. En esos disturbios toman parte Jamie y Leanne, dos amigas de 17 años que viven en una casa estatal, de niños y niñas huérfanos, abandonados, etc. Problemáticas, violentas, intratables. Son los desechos que nadie quiere. Vidas rotas antes de llegar a la mayoría de edad. A la casa llega una profesora, Kate Linton (Shirley Henderson) madura, pero frágil, que ha dejado un buen trabajo para dedicarse, incomprensiblemente, a los chavales de ese “hogar”. Allí es donde conoce a Jamie y Leanne.

Michael Caton-Jones (Rob Roy, Memphis Belle, Instinto Básico 2, Disparando a perros) ha logrado un excelente drama en el que han funcionado todos sus elementos. Según él mismo ha contado, hay un poco de todo en la película: realismo social, evolución de personajes, trama musical, peligros que rodean a los adolescentes, lo peligrosos que estos llegan a ser y, sobre todo, un tapiz de las complejas relaciones entre mujeres, pues entre las tres surge un abanico de relaciones y reacciones que dan vida y tensión dramática a todo el guion. Aunque haya algunas secuencias algo previsibles, son las menos importantes (se dan por descontadas), pues poco a poco se desgranan los hechos que, como la vida misma, se presentan sin avisar y son susceptibles de provocar lo mejor y lo peor. La trama presenta suficientes nudos para mantener la tensión en todo momento, por la evolución de los personajes y el sobrevenir de los acontecimientos que, en espiral, mientras unos avanzan hacia la solución esperada, otros conspiran para torcerlo todo de nuevo; como la vida misma. La mirada del director es sin duda positiva, pues queda claro que las circunstancias no son las dominantes y que dos chicas responden de modo completamente distinto a los aprietos de la vida, igual que la protagonista que es apoyada, con ciertas reservas, por su entorno.

Todo esto lo vemos, pero el marco ambiente, la atmósfera que no se ve, pero está presente en cada segundo de la película, es terriblemente cristiana, porque está en juego, siempre a la expectativa, la llamada a la libertad, que en el guion le ha ganado la partida a la ideología determinista de los condicionamientos socio económicos. Y al estar en juego la libertad, puede aparecer la gratuidad. Las condiciones sociales, las heridas de la infancia, no tienen la última palabra, mientras siga existiendo una persona que ama sin pedir nada a cambio y que salta las barreras, como hace Kate. Kate, libremente (¿o hasta qué punto condicionada por su pasado?) se ofrece, pero, esto no hace sino provocar, sacudir a Jamie y Leanne. Ahora es su libertad (la de cada una), la que entra en juego.

El tinte musical de la película podría llevar a confusión. Aunque Urban Hymns es el título de un disco de The Verve, en el que se incluía aquel extraordinario hit (ubicuo en las ondas) “Bittersweet symphonie”, esta película no tiene nada que ver. Por otra parte, la música no es impactante, aunque cumple un papel fundamental en el guion. Como en la vida misma.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pablo Gutiérrez Carreras

 

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