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El doctor de la felicidad

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: jóvenes

Un estafador de tres al cuatro, perseguido por unos acreedores, se embarca en el puerto de Marsella, rumbo a las Indias, para ejercer como sanitario en el barco en el que se ha enrolado.Lo cierto es que no se le da mal y decide que la medicina será su futuro. Cinco años más tarde, después de haber culminado sus estudios universitarios, llega al pueblo francés de Saint-Maurice, donde ha comprado la plaza del doctor Parpalaid, que se retira. Su intención es aplicar un método nuevo en su ejercicio profesional, que implica asegurar el triunfo de la ciencia de la medicina, más importante para él que el interés de los enfermos. Empieza por organizar una consulta gratuita para atraer a los vecinos y convencerlos de que toda persona sana es un enfermo en potencia. Lo siguiente será encontrarle a cada uno una dolencia -real o imaginaria- y ofrecerle el tratamiento adecuado, cuyo precio será proporcional a las posibilidades de cada «paciente». A partir de entonces, sus extraordinarias artes de manipulación le permitirán ejercer su dominio sobre todos los vecinos, él se convertirá en alguien indispensable para ellos y, con ello, se hará rico, lo cual constituye su principal objetivo.

Adaptación de la obra teatral Knock ou le Triomphe de la médecine, del dramaturgo francés Jules Romains, que obtuvo un éxito fulgurante desde su estreno en 1923, protagonizada por Louis Jouvet, quien llevaría la obra a la pantalla con Roger Goupillières en 1933 y volvería de nuevo a interpretarlo bajo la dirección de Guy Lefranc, en 1951, poco antes de su fallecimiento. En esta ocasión, Lorraine Lévy, directora y guionista, lleva a cabo una adaptación libre con dos sugerentes retoques: modernizarla, situando la acción, no en 1920 sino en 1950, y confiar el protagonista a un actor carismático que rezuma simpatía y poder de seducción. Sin embargo el resultado acaba siendo un fiasco, desaparece el encanto de la obra original mientras que la nueva oferta carece de vigor y no acaba de funcionar.

Romains describía la deriva de una comunidad que se convertía en víctima de la habilidad de un personaje para las técnicas de manipulación publicitaria e ideológica, siempre envueltas en el señuelo de un concepto «talismán», que no admite réplica: el «progreso». Para aprovechar el tirón de un actor tan sugestivo como Omar Sy, Lorraine Lévy ha querido convertir a ese detestable artista de la manipulación en un personaje cálido y humano. Evidentemente, al reformular lo que constituía el núcleo de la obra, ha desaparecido el encanto del original. Sin embargo, esta no es la única causa del fracaso de la película. Omar Sy es capaz de ofrecer una buena alternativa al personaje y no se puede achacar al actor el naufragio del film. Lo peor es un guion torpe, que se permite introducir algunas innovaciones, que acaban siendo otros tantos desaciertos. Para hacer de Knock alguien cercano, para «humanizarlo», se ha creado el personaje de Adèle y una historia de amor algo lacrimógena. Pero, además, para poder mantener la detestable historia de manipulación pero haciendo el difícil ejercicio de preservar al mismo tiempo la repugnante figura de quien busca hacer fortuna manipulando a su antojo a sus vecinos, Lévy se inventa dos enemigos, que serán quienes desempeñen el rol del «malo» de la historia. Su misión será perseguir al héroe con malas artes, para convertirlo en víctima. Lansky, que intenta chantajearlo con un pasado superado (olvidando que su presente de estafador es peor todavía) y el cura que, muerto de envidia, pretende destrozarlo. Si el primero es un personaje superfluo, el segundo es totalmente insulso y ridículo. Ninguno de ellos logra despertar ni la más mínima sonrisa. El planteamiento resulta patético.

Alguna escena pueda, tal vez, salvarse, pero la trama, repleta de clichés, de diálogos tontos y de situaciones estúpidas, no consigue despegar. A pesar de que la película cuenta con actores extraordinarios, no logran salvar una comedia sosa y aburrida, que acaba sumiendo al espectador en el letargo.

 

 

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