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El hombre que mató a Don Quijote

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado:  jóvenes/adultos

Adam Driver y Jonathan Pryce son los protagonistas de esta particular versión del Quijote escrita por Miguel de Cervantes Saavedra desde la óptica de Terry Gilliam.

Según los expertos estamos ante el ex Monty Python que creó su propio universo, convirtiéndose en autor de culto. Es el director de películas peculiares como Doce monos o La nuevas aventuras del barón de Munchausen. Su trabajo más interesante y profundo fue El rey pescador. Por otro lado pensamos que fracasó con la rarísima  El imaginario del Dr. Parnassus, siendo El hombre que mató a Don Quijote su segundo intento de hablar de esta joya cervantina, tras Perdidos en la Mancha.

El cineasta declaró a Fotogramas lo siguiente sobre las características de sus protagonistas: “Mis personajes siempre se comportan como niños o lunáticos o Quijotes. Prefieren vivir en un mundo extraordinario. Y eso es peligroso, porque la realidad siempre está ahí, acechando. Y sí cruzas sin mirar en ambas direcciones, el autobús te arrolla.”

El argumento de esta coproducción gira en torno a un director de cine interesado en la historia del popular caballero manchego, que se acaba convirtiendo en el escudero del caballero andante de cuyo nombre no quiero acordarme.

Varias han sido las versiones que se han hecho sobre Don Quijote, destacando las interpretaciones de Fernando Rey como Quijote y de Alfredo Landa como Sancho en la producción televisiva de Manuel Guitiérrez Aragón  y no nos  podemos  olvidar de la magnífica serie de animación de Cruz Delgado con el doblaje de Fernando Fernan Gómez. Sin embargo, destaca  por encima de todas, la interpretación de Rafael Rivelles, dando vida al Quijote del grandísimo director español Rafael Gil. En este caso, la interpretación de Jonathan Pryce se acerca o se iguala al intérprete citado en último lugar. La escena más brillante de toda la película es aquella en la que el zapatero de esta historia pierde la cordura para transformarse en Alonso Quijano. Tan sólo por eso merece la pena ver la película. Sin embargo, no todo el monte es orégano porque el ritmo de la película es irregular y está cargado del surrealismo tan cargante del realizador británico. Nos parece grotesca la visión que se ofrece de la Guardia Civil y, en particular, la de un oficial de alto rango que guarda un parecido razonable y malintencionado con Mussolini. Por otra parte, la visión que se ofrece de la Iglesia del Siglo de Oro está cargada de tópicos. Otro punto negativo es la visión tan degradante que se ofrece de la mujer.

Finalmente, nos quedamos con la reflexión de sí merece la pena defender los ideales y principios en los que uno cree con pasión y valentía,  aunque te puedan tomar por loco. Y es que el héroe quijotesco es el mejor espejo en el que mirase porque siempre apunta a lo alto.

 

 

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