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La fábrica de nada

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Adultos

La fábrica de nada viene respaldada por dos premios de prestigio como el Premio de la Crítica de Cannes Quincena de Realizadores y el Giraldillo de Oro en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Este largometraje ha corrido a cargo del cineasta portugués Pedro Pinho, experto tanto en documentales como en largometrajes. Este su segundo trabajo, tras The end of the world. Este realizador se decanta por el cine de denuncia social para contarnos el drama del desmantelamiento de una empresa potente y la lucha de esos trabajadores por defender sus derechos. La cinta transmite sinceridad y, en mi modesta opinión, no está demasiado politizada, detalle que se agradece. El ritmo es pausado, facilitando la reflexión, aunque los más de 170 minutos de metraje se antojan excesivos porque algunas escenas son reiterativas.

El director declaró lo siguiente sobre la producción en cuestión: “En Portugal y Europa, los últimos años han causado una redefinición brutal de la manera en la que miramos el mundo. Una falta de perspectiva y discursos válidos sobre el presente es lo que normalmente nos han hecho sentir inefectivos. La fábrica de nada emerge de ahí. El cierre de una fábrica de ascensores (una de las muchas que cierran cada mes a las afueras de Lisboa) funciona como un microcosmos y una parada donde explorar dramáticamente las texturas y las consecuencias del sentimiento de impotencia que la mayoría de la gente siente en esos momentos. Con la sombra de la bancarrota, los personajes intentan seguir a flote y buscan maneras de encauzar sus vidas. Conducidos por un sentido de urgencia y una especie de instinto vital que prevalece, ya que son testigos del colapso de sus trabajos y de las instituciones en las que creen, se ven forzados a embarcarse, con miedo y reticencia, en una experiencia nunca vista, una aventura colectiva.”

El trabajo de los actores nos parece muy logrado. Te crees realmente lo que te están contando porque se introduce en el alma de cada personaje y percibes lo que piensan y sienten.

La película defiende la dignidad del trabajador, que es el eslabón más débil de la cadena de producción, porque se encuentra indefenso ante los vaivenes empresariales o las crisis económicas, pero a la vez muestra la impotencia del empresario ante una situación que le supera. El debate más interesante es el que se produce entre un sindicalista que plantea los problemas desde la perspectiva marxista frente a otro que cuestiona ese enfoque.

El discurso de esta película no me ha parecido demagógico porque analiza el problema desde varios ángulos no dejando bien ni a empresarios ni a sindicatos e incluso algún que otro trabajador, dejando abierta la puerta de la esperanza, ya que abre el melón de las cooperativas y la autogestión de los propios participantes. Llama la atención una chica en una situación de privilegio encargada del desagradable cometido de los despidos, puesto que intenta hacer ver a esa crisis como una oportunidad para desarrollarse como persona, pensamiento no coincidente con algunos empleados que tienen muy difícil acceder de nuevo al mercado laboral.

 

 

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