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Sansón

Caratula de "Sansón"

Crítica:

Público recomendado. jóvenes

Y otra más. La productora cristiana Pure Flix Productions continúa apostando por producciones con buenas intenciones pero con resultados nefastos en cuanto a calidad en todo tipo de aspectos: guion, actores, dirección, diseño de producción, incluso la banda sonora.

Claros ejemplos de ello lo encontramos en Dios no está muerto (la trilogía en general), Woodlawn o Golpe del destino. Todas ellas contando con actores consagrados en horas bajas como: Faye Dunaway,  Robert Forster, Kevian Sorbo, Tatum O’Neal, Jon Voight, etc. Y es que a pesar del inexplicable subidón de calidad que tuvo con El caso de Cristo, con Sansón se confirma como una plausible competidora de la productora The Asylum en cuanto a la realización de obras carentes de todo lo necesario para ser calificadas como “películas”. En este caso, la modesta productora se mete en los derroteros del género péplum de serie B cartonera, y el tiro les sale por la culata.

Basado en el relato del libro de los Jueces, en las Sagradas Escrituras sobre la figura de Sansón y Dalila pero con la liberación del pueblo judío de fondo. En esta nueva versión, Sansón es una suerte de mezclar a un héroe de Marvel, Conan, y el Rey Escorpión; un hipervitaminado ejercicio creado para captar a los más jóvenes y a sus ansían por las superproducciones llenas de espectacularidad y fuegos artificiales en la que no se salva ni la siempre agradecida participación de Rutger Hauer (infravaloradísimo actor). Mejor suerte tuvieron las versiones de Cecil B. Demille en Sansón y Dalila, y al miniserie televisiva creada por Nicolas Roeg en 1996 donde se detienen más en el personaje. Como ya se ha dicho, la acartonada puesta en escena no ayuda a pasar por alto los tremendos baches que se suceden a lo largo de la duración de su metraje, que por suerte es no es excesiva.

En resumen, una película perfecta para realizar un binomio con Pompeya del inefable Paul W.S. Anderson con la que comparte varios puntos, salvo por la última media hora de la de Anderson y un presupuesto considerablemente mayor que, siendo sinceros, resultan apabullantes. Como diría el pintor griego Apeles, zapatero a tus zapatos; que el fracaso que está suponiendo esta austera superproducción sirva para concienciar a la productora del lavado de imagen a la que deben someterse si quieren asegurar su futuro en la industria del cine.

 

 

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