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La Seminci’56 se toma la crisis con humor

Por Julio Rodríguez Chico 

Comedias para abrir y cerrar una Seminci que esquiva la crisis 

Dice el refrán que “a mal tiempo, buena cara”, y la Seminci parece habérselo aplicado en estos momentos de crisis en que los recortes se han hecho necesarios y que incluso ha provocado el cierre de algún que otro Festival. Un día menos de duración y supresión de gran parte de los festejos, subida del precio de las entradas y cuota para acreditados, reducción de publicidad y de actos especiales… Y, sin embargo, el otro platillo de la balanza ha seguido igual de lleno porque la calidad del cine programado ha sido incuestionable, con algunas grandes películas y al menos un par de directores con un futuro prometedor, al menos en la Sección Oficial…. con lo que puede afirmarse que, desde este punto de vista, la Seminci no ha sufrido crisis alguna. Ha dicho Javier Angulo, director de la Semana, que “tenemos las que podemos tener, siempre manteniendo nuestro espíritu y la calidad”, mientras que el alcalde de la ciudad y presidente del Patronato afirmaba que “es lo único en lo que no hay recortes desde el Ayuntamiento”. Y ambos tienen razón porque la mitad de los 2’5 millones de euros que la Seminci tiene de presupuesto venían del Consistorio, y el tono general de las 159 películas proyectadas era una digna herencia de ese “espíritu de Valladolid” y de ese “cine de autor” que siempre han marcado al Festival. 

En lo que sí ha habido un cambio respecto a ediciones anteriores es en la mayor presencia de comedias, sobre todo en la Sección Oficial y en Punto de Encuentro, dos de las tres secciones competitivas. Será porque los responsables han querido tomarse la crisis con humor y no echar más leña al fuego de la atribulada vida del espectador o quizá porque han querido abrir la Semana a un público amplio y que agradece más las risas que los dramas. El caso es que la inauguración ya corría a cargo de una comedia, Habemus Papam de Nanni Moretti y que -cosa insólita- entraba en concurso. El propio director italiano hacía acto de presencia en la Gala de inicio para presentar su película y declarar a la prensa que no había querido hacer una película contra el Vaticano ni la religión, sino que aludía a cualquier tipo de poder que angustia al hombre contemporáneo y le dificulta alcanzar la felicidad. Ciertamente, la cinta trata con humanidad a todos sus personajes, a pesar de que los cardenales no pasen de caricaturas simplonas y un tanto bobalicones que se prestan a los gags graciosos de un psiquiatra interpretado por el propio Moretti, de que el Papa recién elegido sea hondamente perfilado en su bondad y mansedumbre -muy bien Michel Piccoli, lo mejor- pero con escasa piedad, o que no falten sus dardos irónicos acerca de la Iglesia y una fachada que exige renovación. Irregular, repetitiva y sarcástica visión de una realidad difícil para un trabajo que se fue de vacío -como en Cannes- y del que se esperaba mucho más. 

Se esperaba a Michel Piccoli para darle la Espiga de Honor por su carrera, pero “la edad (83 años) y su apretada agenda no lo han hecho posible”, en palabras de Angulo. Quienes sí la recibieron fueron dos valores nacionales, Enrique González Macho -productor, distribuidor y actual presidente de la Academia de Cine de España-, y la actriz Maribel Verdú. Y aquí vemos otra nota de ésta y de las últimas ediciones de la Seminci, pues lo hispano se está imponiendo entre los invitados y en las ruedas de prensa, por razones económicas o de compromiso… pero así es. Hasta el día de la clausura, la Sección Oficial ofreció otras 17 películas a concurso -aparte de Habemus Papam-, para bajar el telón, fuera de concurso, con Superclásico de Ole Christian Madsen, uno de los pocos puntos negros de la edición a pesar de ser la elegida por Dinamarca para los próximos Oscar®. Se trata de una comedia convencional pero con un humor un tanto grueso, con abundantes concesiones sensibleras y procaces como reclamo comercial, y con un guión muy irregular que apenas perfila a los personajes. En ella, un hombre maduro a punto de divorciarse viaja con su hijo adolescente a Buenos Aires para intentar recuperar a su mujer, representante y amante de un futbolista profesional del River Plate. Allí, padre e hijo vivirán situaciones absurdas y aventuras amorosas… para terminar concluyendo que lo importante es “amarlo todo, incluso el divorcio”.

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