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“El festín de Babette”: El milagro de la Gracia entre los fogones

El 25º aniversario de “El festín de Babette” trae de nuevo a la cartelera la película de Gabriel Axel, y con ella vuelve a ponerse sobre la mesa el tema de la libertad y redención del individuo, de los placeres del cuerpo y del espíritu, de la dimensión humana de cualquier realidad celestial. En una aldea marítima de Jutlandia se va a celebrar una “cena auténticamente francesa” en la onomástica de su difunto pastor. La encargada de preparar el banquete es Babette, mujer francesa que lleva catorce años sirviendo a las dos hijas del clérigo, después de haber perdido a su marido e hijo en el París revolucionario de 1870. En su huida y con las referencias de un admirador de su cocina, ha recalado en ese inhóspito y austero paraje danés, donde se respiran aires luteranos y donde Filippa y Martine son dos viejas solteronas que en sus años jóvenes rechazaron a sendos pretendientes… para permanecer bajo la sombra paterna, volcadas en obras de caridad y sin acudir nunca a bailes ni fiestas.

Una sugestiva voz en off comienza evocando el momento de la llegada de Babette a la aldea, para después presentarnos a los protagonistas en sus vidas de renuncia y desgracia, en sus deseos incumplidos y en sus anhelos enterrados. Conocemos la vida licenciosa del capitán Lorens hasta que conoce a Martine y decide reformarse, para entregarse a la carrera militar cuando es rechazado por la joven (y por el Pastor); también asistimos a las clases de canto que el tenor Papin da a la prometedora Filippa, hasta que surge el amor que debía unirles pero que termina separándoles… porque es mayor el miedo a gozar en exceso de lo humano. Han pasado los años y el Pastor ha fallecido, pero su sombra es alargada y la congregación se mantiene fiel al espíritu de sus sermones, con la esperanza de que “la misericordia de Dios” les limpie de sus muchos pecados y que al final “la justicia y la paz se besen”.

La presencia de Babette contrasta con el entorno por su sincera sonrisa y su sacrificio gustoso, por su dedicación solícita y la ausencia de exigencias… hasta que un día recibe un telegrama donde se le comunica que le han tocado 10.000 francos en la lotería, y entonces pide a Martine y Filippa que le permitan preparar una gran cena para celebrar el aniversario de su padre. A regañadientes, con mil temores a pecar de placer y con el convencimiento de que supondrá la despedida de quien ahora es rica, aceptan la petición… no sin antes asegurar y hacer prometer al resto de miembros de la comunidad que no hablaran nada de la comida ni de la bebida durante la cena. A continuación, un viaje a París para recoger los ingredientes necesarios, y los preparativos para una exquisita sopa de tortuga y unas codornices en sarcófago de chuparse los dedos, que en la mesa se merecen un brindis de un lúcido Lorens -invitado, ahora ya general- lleno de agradecimiento y sabiduría vital… ante unos comensales de rostro y modales transformados, no se sabe si por el sabroso menú o por la calidez con que se les ha presentado.

La novela de Karen Blixen (Isak Dinesen) proporciona a Axel un rico material para componer un auténtico ensayo sobre la misericordia y el amor, donde la tensión entre el pecado y el perdón hablan de una religión descarnada y donde se palpa la Gracia entre los fogones… porque el paladar que sabe apreciar la buena comida estará también preparado para recibir el amor. En el brindis de Lorens se recoge la esencia de la vida, presentada como un camino en el que elegir la mejor parte -ni él supo, ni tampoco las hermanas- y donde comprender que la Gracia es infinita, y que solo hay que esperarla con confianza y gratitud. Frente a la oración de la congregación pidiendo “que mi cuerpo sea esclavo de mi alma”, vemos que se levanta el canto del católico Papin que aspira a que “el amor nos unirá”, en un hermoso dueto con Filippa que provoca todo tipo de reticencias y temores en su padre y hermana (soberbia la expresividad de sus rostros). Son dos planteamientos morales de la vida espiritual: uno maniqueo, desligado y en oposición a lo material, y otro que parte y se alimenta de lo más corporal en una unidad indisoluble. Suponen, en definitiva, el reflejo de una actitud voluntarista que no logra despegarse de la conciencia de culpa y que se niega a rezar con una sonrisa; y de otra positiva y esperanzada, firme y suavemente enraizada en la misericordia de Dios y que goza con las cosas buenas de la vida.

Porque tanto Papin como Lorens certifican lo que Babette encarna menor que nadie, que el fruto y la creación del artista deben contribuir a ensalzar el espíritu y acercarse al Creador… por encontrar en Él la Verdad y la Belleza, y por eso ha de ser recibido con gozo y agradecimiento. De este modo, tanto ese hermoso canto lírico como la suculenta cena o la llegada del amor al corazón del hombre deben verse como la invitación de Dios a participar de su banquete, lugar donde realmente la justicia y la dicha se besan y donde la misericordia encuentra toda su hondura. Con razón dice una de las hermanas refiriéndose a Babette que “esa mujer transforma una cena en un asunto amoroso, en una relación apasionada en la que uno no diferencia el apetito físico del espiritual”, comentario hecho en tono recriminatorio y que escandaliza a los feligreses… pero que supone la elevación de todo lo humano al plano divino y su asunción en Cristo por la Encarnación. Por eso, “gracias por enviarnos a Babette, Señor” será el comentario de uno de los personajes… porque la comida sabe mejor, porque los reproches y rencores se tornan en palabras amables y cálidas, porque la persona se llena de felicidad al darse por completo y hacer todo lo que puede por los demás.

Por otra parte, es ilustrativa la manera ceremoniosa con que se prepara la cena o se sirve a la mesa, con un ritual que cuida los detalles con primor y que convierte el acto gastronómico en auténtico ágape espiritual, propicio para que la misericordia verdadera haga su milagro en el alma de unos vecinos tristes y melancólicos. Además, contrasta la sencillez y autenticidad de Babette en su actuar con el comportamiento patético y artificioso de los comensales, empeñados en negar la evidencia de una cena que les agrada, silenciosos y obstinados en su absurda postura… hasta que la Verdad termina por imponerse y, libres de rigideces y malentendidos puritanos, se deciden a disfrutar de los placeres de la comida para que la justicia y la dicha se besen.

Llama la atención la reacción de sorpresa y desconcierto de Martine y Filippa cuando se enteran de que Babette ha gastado todo su dinero en la cena y que no piensa irse… porque es paradigmática de lo que alienta cada corazón. ¿Qué pretenderá esa mujer con una actitud tan dadivosa, gratuita y desinteresada? ¿Tanto le importa el bienestar y felicidad de los vecinos? Sin duda, su entrega total e magnánima, sin quedarse nada para sí, es merecedora del elogio de la perfecta caridad, y dista mucho de la mezquindad que manifiestan las envaradas hermanas al desconfiar de Babette en su viaje a París, al retirar el retrato de su padre o al excusarse ante la feligresía.

Sin embargo, hay una razón más profunda que mueve a esta mujer que bien podría llamarse Grace (como la protagonista de “Dogville” de Lars von Trier, danés como Axel). El verdadero y radical motivo que tiene esta chef de cocina para obrar así es que entiende que cada persona -cada artista, en palabras de Papin- necesita hacer todo aquello de lo que es capaz (por eso considera que le hacen un favor permitiéndole organizar la cena)… y que en el ejercicio de los talentos recibidos encontrará la dicha porque allí está Dios esperándole. Ese es el secreto y el misterio de Babette, que va más allá de las apariencias de unas obras de caridad externas y frías, y que sabe darse ella misma a partir de lo que ha recibido de Dios, de forma que entre esos fogones la Gracia puedan hacerse maravillas, algo que Lorens ha experimentado bien en esa cena de confraternización, según sus palabras “porque esta noche he aprendido que en este hermoso mundo nuestro todo es posible”.

Julio Rodríguez Chico

www.miradadeulises.com

 

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