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Entrevista a Ramón Salazar, director de la película 10.000 noches en ninguna parte: “Creo firmemente en el perdón”

El director malagueño presentó su última película en el Festival de su ciudad natal. Una película nada convencional, de esas que demuestran que en España también se hace cine de autor, cargado de seriedad inteligente. Con motivo del estreno comercial del film, Ramón Salazar nos recibe tomando un té en una cafetería sita ante el cine Doré, de la Filmoteca Española.

La película nos habla de un treintañero (Andrés Gertrudix) que vive en Madrid, lastrado por una biografía dominada por una madre alcoholizada y enferma (Susi Sánchez). Su existencia gris va de su trabajo de vigilante de un parking al cuidado de su agresiva e intratable progenitora. Está muy solo y aislado. Su necesidad de vivir y no sucumbir le lleva a crearse dos mundos paralelos donde busca cumplir sus deseos de afectividad plana: París, con su imaginaria amiga de la infancia (Lola Dueñas) y Berlín, con un grupo de artistas “liberados” de corte sesentayochista.

Tu forma de rodar recuerda mucho a Malick, la cámara acaricia a los personajes y les filma el alma.

En realidad, Malick no ha sido mi referente. Mi único referente ha sido una fotografía de Alexander Gronsky, a la que me quise mantener fiel para ser muy puro y contar todo desde el punto de vista del personaje del hijo. No quería estar cambiando de punto de vista, como he hecho otras veces. Ceñirme solo a la vivencia, -o no vivencia o deseos de vivencia- de este personaje. El rodaje ha durado dos años y medio, y ha sido muy interesante ir quitando palabras del guión, ir depurando escenas, dejando gran libertad a los actores.

¿Qué quieres decir con esto?

Es mucho más interesante contar lo que ocurre en lo profundo del personaje a través de su mirada. Todo está contado a través de la mirada de Andrés. También ha influido haber trabajado más que con un guión, con una guía y haber hecho mucho hincapié en la biografía de los personajes. Cada personaje ignoraba casi todo de la biografía del otro, y sólo conocían una línea muy débil de por dónde iba a ir discurriendo la historia, pero no sabían nada de la trama. Incluso Andrés, cuando rodó en Berlín, que fue lo primero que se hizo, ignoraba lo que le ocurría con su madre. Todo esto hacía que los actores hayan estado continuamente en un estado de alerta que hace que la película sea más sobre el alma de los personajes que sobre lo que les ocurre.

En ese sentido, las ciudades son como proyecciones del alma…

A medida que avanzaba el rodaje, me di cuenta que era muy interesante lo que ofrecían las ciudades para los personajes. Las ciudades están planteadas como estados del propio personaje.

Pero esas tramas de París y Berlín ¿son sueños, deseos, imaginaciones?

Cómo se interpreten las tramas de Berlín y París tiene más que ver con los deseos del espectador. Nosotros no hemos filmado como si se tratara de sueños, sino de realidades que el personaje está viviendo por su necesidad de redención; necesita hacer ese viaje para encontrar el perdón: perdonar a su madre y perdonarse a sí mismo. Y ese viaje interior lo tiene que hacer, y por eso le hemos dado ese estatuto de realidad, incluso físico. En cambio el personaje de Lola Dueñas sí se plantea como esa amiga imaginaria de la infancia que nos ayuda a ser valientes. Ahora Andrés tiene que volver a ser valiente y por eso la “recupera”.

Hablas sin titubeos de redención y de perdón

Estoy absolutamente convencido que la vida es una promesa de felicidad que se puede llegar a cumplir. La película trata sobre el perdón, y termina con el hijo y la madre abrazándose. El film trata de la memoria y del perdón. Sobre cómo somos capaces de reconstruir o anular nuestros recuerdos según lo que nos suceda en la vida. Creo firmemente en el perdón. Es una película que redime al personaje. De hecho, cuando él asume que tiene que cuidar de su madre, que esa es su decisión y su destino, y la madre por su parte comprende que es el momento de pedir perdón, es cuando el personaje desparece de las otras dos tramas paralelas. Cuando el personaje es redimido y viene el perdón, es cuando ya no necesita esas vidas paralelas y así concluye su viaje.

No es fácil perdonar a esa madre

Yo estaba asustado cuando escribía el personaje de la madre porque se me planteaba como terrorífico. Pero cuando me entrevisté con la actriz, Susi Sánchez, ella me dijo “Tenemos que abrazar la parte oscura del personaje” y ello me tranquilizó. Fue un punto de partida muy interesante porque nunca la tratamos como la antagonista. De hecho, aunque es la madre, muchas veces pasa a ser la hija, que debe ser cuidada, por su propio vástago.

Una madre muy sola, unos hijos muy solos…

Pienso en la cantidad de gente que sólo dice “Te quiero” a través de las redes sociales o de un mensaje de movil, pero no cuando tiene al otro delante. De alguna manera en la película está cómo nos relacionamos ahora. De hecho en las primeras versiones de guión, Andrés tenía muchos más personajes alrededor. Al llegar al rodaje quité todos esos personajes que podrían hacerle comunicativo, para potenciar ese problema que arrastra de su infancia. Ya no sabemos comunicar afectividad cuando la persona está delante.

¿Hemos llegado a un punto de no retorno como seres humanos?

Todo tiene fecha de caducidad. Las modas son cada vez más efímeras y perecederas. El ser humano se cansa. Y busca otras cosas. Aunque se inventen nuevas formas de idiotizar al ser humano. No creo que estemos en un punto de no retorno. Pensemos en el cine. El cine minoritario es el que perdura. El cine espectáculo se está superando continuamente, y por tanto queda viejo en seguida. En cambio, el cine que nace de las entrañas del hombre está ahí desde siempre y siempre recurriremos a él.

Juan Orellana (Alfa & Omega)

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