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Dunkerque

Caratula de "Dunkerque"

Crítica:

Público recomendado: jóvenes

Por su talante épico, su espléndida realización cinematográfica, con unos naturalistas efectos especiales que te insertan en las escenas y una banda sonora claustrofóbica; sus arquetipos humanos heroicos y también contradictorios, Dunkerque tiene factura más que sobrada para llegar a ser la mejor película del año y, probablemente, pasará a la categoría de los filmes de guerra más sobresalientes.

A su director y guionista Christopher Nolan (Interstellar, Origen, la trilogía de El caballero oscuro) le debemos esta obra de arte, para la que ha contado, entre otros, con varios actores jóvenes. Uno de ellos, Fionn Whitehead, es su protagonista y se estrena como intérprete en el cine.

Nolan narra la evacuación en 1940 de los soldados británicos del puerto francés de Dunkerque en la que fue nombrada como la Operación Dinamo, donde más de 300.000 militares fueron sacados del lugar acosados por el poderoso ejército alemán, que estaba en plena expansión en Europa a las órdenes de Hitler.

Aquella retirada, que el primer ministro británico Winston Churchill, calificó de desastre militar por sus prolegómenos y consecuencias (el caótico repliegue británico desde distintos puntos de suelo francés) tuvo momentos heroicos, en los que se centra Nolan, como fueron la participación de numerosos barcos de particulares y marinos británicos que fueron a salvar a sus soldados cruzando el canal de La Mancha y exponiéndose a la contundente y ordenada aviación germana.

El homenaje a esta gesta lo encarna Nolan en uno de estos patrones de barco, interpretado por el actor y director teatral Mark Rylance (Mi amigo el gigante, El puente de los espías, Wolf Hall), quien junto con su hijo Collins (Jack Lowden: The Tunnel) se embarcan en las peligrosas aguas, también ocupadas de minas y submarinos alemanes.

Además, de la implicación ciudadana, Nolan, también guionista, subraya la encomiable y heroica postura del mando británico que supervisó la evacuación, encarnado por Kenneth Branagh (Mi semana con Marilyn, Hamlet, Enrique V), en la aviación británica, con el piloto Farrier (Tom Hardy: El renacido, Legend, Mad Max: Furia en la carretera), multiplicándose para frenar a los Stukas alemanes, que bombardeaban machaconamente a los británicos en tierra y en el mar (un barco de la Cruz Roja fue hundido con heridos dentro).

El talento de Christopher Nolan se despliega apoyado en secuencias impactantes en el mar, dentro y fuera de los navíos cuando les bombardean los aviones y submarinos alemanes. Las imágenes son tan contundentes como naturales en su dramatismo. Nolan consigue una atmósfera abrumadora en la que los militares implicados encarnan la fragilidad más absoluta ante la enormidad de los factores que viven (mar encrespado, barcos hundiéndose, gente saltando de ellos, hombres nadando entre gasolina…). Emergen rotundamente las contradictorias actuaciones humanas, cristalizadas en actos de heroísmo, entrega, egoísmo, traición, miedo…

Pero Dunkerque no sería lo que es si no hubiera intervenido el inconmensurable Hans Zimmer. El compositor alemán ha alumbrado una banda sonora desasosegante que percute una y otra vez con idénticos sonidos que centran continuamente al espectador en la atmósfera reinante. Ganador de un Óscar por El rey león y nominado también en más de 10 ocasiones, Zimmer ha sabido crear los tiempos y estados anímicos demandados por Nolan.

El creador de la trilogía de El caballero oscuro ha querido que sus compatriotas de aquella época se enfrentaran a un enemigo sin rostro (no aparece ningún soldado alemán en el filme) que les ataca sin piedad. También rehúye criticar, aunque lo expone sutilmente con los argumentos de Branagh (decide heroicamente quedarse también en Dunkerque hasta el final de la evacuación), que el gobierno británico de turno dejó prácticamente a su suerte a sus soldados, pues se reservó aviones y barcos de guerra para contener la previsible invasión alemana de las Islas, que pensaban que se produciría tras la debacle en Francia.

Nolan también desvela el “egoísmo” británico porque el rescate era solo para sus soldados. Excluidos los franceses, ellos eran quienes precisamente contenían a los nazis para que pudieran concluir la también nombrada como “Operación milagro”.

Dunkerque es el brutal escenario de una guerra donde los hombres trasparentan miedos, inseguridades, recelos, tristeza, cobardías, superación, entrega… Por eso la dirección de actores refleja perfectamente vértigo y tensión en los rostros de los personajes (aunque son muchos los extras intervinientes, no constatan la cantidad de individuos evacuados; única crítica al filme).

Este poema heroico de Nolan resquebraja actuaciones humanas escapistas de muchos filmes bélicos que se han hecho en los últimos años, donde los individuos eran únicamente producto de las circunstancias, por lo que no había posibilidad para ejercer la libertad y, con ella, ser protagonista en un sentido u otro, dependiendo de las circunstancias. Nolan reivindica al ser humano concreto en cada uno de sus personajes, capaz de lo mejor y de lo peor, y no siempre en el mismo sentido. Por esto, con el Dunkerque de Nolan hay un magnífico retorno a la persona y, por supuesto, una gran obra de arte en fondo y forma.

No se la pierdan por nada del mundo.

 

 

 

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