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El tercer asesinato

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: adultos

¿Es la idiosincrasia y el sentido elevado del deber japonés o es un alegato de una santidad laica al estilo kantiano? El espectador tendrá que decidir entre estas u otras razones que le sugerirá la nueva película del director nipón Hirokazu Kore-eda (Nuestra hermana pequeña, Nadie sabe, De tal padre, tal hijo…), El tercer asesinato. Pero como la razón no está separada de las emociones, en cualquier caso este filme destila belleza en su forma y profundidad en su fondo.

Tomoaki Shigemori (Masaharu Fukuyama: De tal padre, tal hijo) es un prestigioso abogado que se encarga de la defensa de Takashi Misumi (Koji Yakusho: El mundo de Kanako, Hara-kiri: muerte de un samurai), quien ha matado a su jefe y es reincidente, pues ya cumplió una pena carcelaria por otro asesinato. Por su pasado y por su propia confesión —Misumi reconoce que ha cometido el crimen—, las posibilidades de que salga indemne son remotas. Con todo, Shigemori se implica en su defensa y el trato con su cliente, a quien visita repetidamente en la cárcel, aumenta sus dudas sobre la culpabilidad de su defendido.

A fuego lento se va cociendo este drama para ensimismarnos con sus personajes y los dilemas morales que en que se encuentran. Nada es vano en el “tempo” narrativo en el que el director de Nuestra hermana pequeña, también guionista, nos va desvelando razones veteadas de mentiras que esconden motivos y actuaciones que solo corresponden desvelar a quienes las realizan.

La fotografía poética de Mikiya Takimoto acompaña con primor estas trayectorias que nos muestra Kora-eda, quien plantea también la insuficiencia del ser humano para disponer de su vida, siempre aherrojada por las circunstancias de tiempo y lugar. No es el nihilismo postmoderno sino el intento del ser humano de comprenderse.

En este sentido, es significativo el reclamo que hace el preso Takashi Misumi a Quien nos ha lanzado a la vida para pedirle cuentas. Es un grito exhausto para comprender hondamente el significado de la vida propia ante la amalgama de situaciones y decisiones que tomamos, que parecen vanales —según Kora-eda— ante los desafíos personales y sociales del ser humano. El mito de Sísifo, en suma.

¿Pero quién nos reclama a esta vana y exagerada presunción? El deber por el deber kantiano: únicamente, que elije Kora-eda, porque el Hacedor, no; no nos exige nada. Nos ha hecho libres para decidir si queremos mejorarnos mejorando el mundo con Él.

Y un magnífico modo de abordar esta posibilidad —que puede llegar a ser “crisis” que nos saque de espacios de confort— es contemplar cine como El tercer asesinato.

 

 

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