Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

La comunidad de los corazones rotos

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: jóvenes y adultos

De estilo minimalista y en algunos puntos parecido a  Roy Andersson –donde la comicidad de la situaciones se mezcla con un sentido trágico de la miseria humana–, La comunidad de los corazones rotos (cuyo título original -que en mi opinión tiene más potencia evocativa- es Asphalte) es una película de 2015 dirigida por Samuel Benchetrit.

El film está basado en el primer volumen de la autobiografía del mismo, publicada en 2005, y narra la historia de tres “parejas” (no necesariamente en el sentido sentimental de la palabra) que se forman de manera fortuita y con un toque de absurdo, cuyas vicisitudes se desarrollan en el ambiente del desencantado extrarradio parisino. Eso es el ímplicito tema de la película, como el autor y director francés afirma: “No hablo de mi infancia sino de cómo era la banlieue de mi infancia”. En el centro del entrelazado de las historias se erige el decadente edificio donde Benchetrit pasó su infancia, símbolo paradójico de la soledad y, a la vez, de la solidaridad humana.

El film se abre con la escena de una renuión de vecinos, en la cual emerge uno de los personajes protagonistas del relato, un hombre que rechaza poner dinero en la “causa común” del ascensor por el hecho sencillo de vivir en la primera planta. La comicidad de la vida le hará depender del mismo ascensor debido a un “accidente doméstico”. Sin embargo, su mezquindad será redimida por el encuentro con una enfermera (Valeria Bruni Tedeschi) que trabaja en el hospital al que él cada noche acude a comprar patatas fritas de la máquina expendedora.

Paralelamente al relato de este hombre, en el edificio se desarrollan dos relaciones bastante originales que llevan rasgos afectivos (maternos), sentimentales y tal vez “sexuales”: enre una actriz (Isabelle Huppert) en la fase avanzada de su carrera y un adolescente rebelde pero de buen corazón, y entre una mujer marroquí “huérfana” de hijo y un astronauta americano que precisamente se precipita sobre el edificio al final de su viaje.

Benchetrit logra mantener una mirada positiva a pesar de la trágica comicidad de las singulares biografías: justo la ironía que acompaña todo el film por su parte demuestra ser síntoma de una actitud de simpatía frente a la vida. El entorno urbano del barrio otorga a la película un escenario poético, y los personajes componen pedazos de un mosaico por así decir exitoso, donde diferentes rasgos humanos emergen en sus fragilidad y a la vez en su conmovedora “naturaleza”, donde la solidaridad enseña que la soledad no es la ultima palabra sobre la vida.

 

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad