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Saura (s)

Crítica:

Público recomendado: Adultos

El director navarro Félix Viscarret ofrece un espléndido retrato fílmico del gran maestro del cine Carlos Saura (Huesca, 1932). No se trata propiamente de una biografía, sino más bien de una semblanza del genial cineasta a través de declaraciones de sus siete hijos, habidos de cuatro distintos matrimonios. Ahora bien, para entender la figura de Saura es imprescindible verlo en toda la red de relaciones, ausencias y rupturas entre su quehacer artístico y profesional y su vida afectiva. Viscarret hace, pues, referencia a muchas de sus más de 40 películas -una filmografía de gran calidad mundialmente reconocida-, y a su interesantísima obra fotográfica, incluidos sus magníficos «fotosaurios», aunque su interés se centra preferentemente en el aspecto más íntimo del personaje, uno de los tres directores españoles más universales, junto a Buñuel y Almodóvar.

Para Viscarret ha sido muy complicado analizar la obra con el autor, porque Carlos Saura no gusta de recrearse en los recuerdos, de mirar hacia atrás, cuando él en realidad está centrado en su trabajo presente, siempre proyectado hacia el futuro. Es, pues, muy difícil hacerlo hablar de lo que ya ha hecho cuando a él prácticamente sólo le interesa hablar de lo que va a hacer. En el documental tenemos ocasión de ver como escenas magistrales de antiguos films suyos le sorprenden como si fueran de otro director. Las mira con agrado y hasta le arrancan una leve sonrisa aprobatoria, pero poco más. Sin embargo, uno de sus hijos matiza ese aparente desinterés explicando que efectivamente su padre no es un contemplativo de sí mismo en el sentido de mirar el pasado con nostalgia, pero eso no significa que haga tabla rasa de lo ya realizado, porque en cada película hay algún rasgo novedoso que luego vuelve a utilizar. Mira al pasado como lo que ya ha hecho y quiere cambiar superar. Es un hombre permanentemente orientado hacia nuevos proyectos y de lo ya realizado sólo retiene lo que, de algún modo, va a volver a experimentar.

Los siete hijos, de edades comprendidas entre los 59 años del mayor, Carlos Saura Medrano -ayudante de dirección de Saura-, y los 22 de la benjamina, Anna Saura Ramón -que asiste a su padre en todos sus proyectos, muestran una gran admiración y una relación afectiva muy sólida con su padre, aunque todos coinciden en afirmar que su progenitor es poco dado a expresar ternura y ni tan siquiera a dejar traslucir sus afectos y emociones. Todos saben cuánto le dolieron los fallecimientos de su hermano, el célebre pintor Antonio Saura, en 1998 y el más reciente de su hermana Mª Ángeles en 2016. No obstante, nadie lo vio llorar. Mantuvo el gesto inexpresivo con la frase «La vida sigue». Eso no significa que sea frío. Es verdad que pudiera parecer que no le hubieran afecta grandemente, pero todos sabían hasta qué punto, bajo la máscara impasible, estaba sangrando por dentro. No es una pose por su parte, sino que esa aparente indiferencia es su forma externa de manifestarse. Sin embargo, algo hay en él que no ofrece lugar a dudas sobre sus sentimientos hacia los suyos. Ellos lo perciben con nitidez: «Papá no ha sido tal vez el padre perfecto -dice Shane Saura Chaplin-, pero a su modo nos ha querido mucho y todos les queremos mucho también». Aunque él mismo añade que si le preguntaran a Carlos a qué se dedica su hijo Shane, cuál es su profesión, seguramente no sabría responder. Los hijos lo aceptan, lo admiran y lo quieren tal como es. Se saben también queridos por él y se sienten orgullosos de ser hijos de un tal hombre.

De la película se desprende que a Saura le gusta la soledad para trabajar, pero que luego no es un hombre de convivencia difícil, tiene sentido del humor y un carácter jovial. De hecho se percibe buen entendimiento y una vida apacible con su actual esposa, la actriz Lali Ramón. En el documental se hace alusión a las diferentes etapas artísticas en el cine de Saura coincidente con el cambio de productor y de pareja, pero no se abunda en el tema y no se fundamenta suficientemente la teoría. Ha estado casado cuatro veces: con Adela Medrano (con la que tuvo dos hijos, Carlos, el primogénito de la lista, y Antonio); Geraldine Chaplin (un hijo, Shane); Merce Pérez (tres hijos, Adrián, Manuel y Diego); Eulalia Ramón, a la que permanece unido y con la que ha tenido la única hija, Anna, la más joven de los siete.

El documental forma parte de la serie «Cineastas Contados», donde realizadores más o menos jóvenes rinden tributo a grandes maestros del cine español, que se inauguró con La décima carta, de Virginia García del Pino sobre Basilio Martín Patino. Viscarret presenta ahora un film muy bello, con abundantes imágenes y reflejos de las películas, como un homenaje al gusto del cineasta por los espejos y los paneles; nos deja ver al artista trabajando con sus lápices y pinceles; nos acerca al hombre, amante inestable  y padre peculiar, gran artista, excelente cineasta y, lo que sin duda es más importante, una buena persona.

 

 

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