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Una verdad muy incómoda: Ahora o nunca

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: adultos

Un experimentado director invitado a dirigir episodios de varias series como Relativity, 24, o Deadwood impactó al mundo entero en 2006 con un escalofriante documental sobre los devastadores efectos del cambio climático: esa persona es Davis Guggenheim, y el documental es Una verdad incómoda.

Dos Oscars se llevó aquel año: mejor documental y mejor canción original. Sin embargo, las críticas llovieron por ambos costados: los que lo elogiaron como un veraz retrato de las consecuencias de los cambios atmosféricos; y los que lo criticaron duramente por manipular ciertos datos, y principalmente por el papel que juega el narrador del documental: nada menos que Al Gore. Once años después Bonni Cohen y Jon Shenk retoman el testigo con esta “secuela” que pretende mandar un ultimátum: la tierra se muere, y si no hacemos nada no habrá solución. Se mantiene el carácter reivindicativo, pero la información que se nos da no es mayor que la que podríamos ver en un reportaje ampliado, una noche en cualquier cadena televisiva. ¿Era necesario hacer una secuela? El tema es importante, tiene vigencia, es actual, es importante, y merece atención; pero no, la necesidad de una secuela es irrelevante.

El tema central es el mismo que del documental de 2006: el cambio climático. El único punto distinto que vemos es la actualización a la situación presente: era post-Trump, la nueva revolución energética, los desastres acontecidos desde 2006 y que han tenido un profundo impacto medioambiental. La importancia y conciencia que se debe tomar del cambio climático es de una prioridad primaria, sin duda; pero el mensaje principal es exactamente el mismo que el de la primera obra por ello, ¿no sería más conveniente rescatar Una verdad incómoda, antes que realizar una secuela que más bien parece un telediario alargado para mayor gloria de Al Gore? En la actualidad tenemos la eliminación del acuerdo de París por la parte estadounidense; nuevos tratos para la minería del carbón; la perforación en los parques nacionales; y una Agencia de Protección Ambiental administrada por uno de los ex enemigos de la agencia; todos estos componentes sirven de base para que Gore haga acto de su (por otro lado, excelente) oratoria a la hora de “discutir” con varios dirigente políticos. Sin duda, el exvicepresidente de Estados Unidos no ha perdido la forma a la hora de educar al ciudadano, pero en este documental pierde tanto fuelle que resulta demasiado maniqueo como para convencer.

En definitiva, una buena opción para recuperar el documental de 2006, más que para visionar esta secuela que realmente no aporta nada relevante, salvo la actualización de ciertos temas cuyo impacto sigue siento mayor en aquel documento de Davis Guggenheim.

 

 

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