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Ana y el apocalipsis

Caratula de ""

Crítica

Público Recomendado: Jóvenes y Adultos

Música, distopía, zombies y humor. La escuela de bachillerato de un insignificante pueblo es el escenario en que se mueven las vidas de unos chicos adolescentes que sienten una incontenible pasión de vivir pero que se sienten limitados, hastiados y presos de unas relaciones familiares pobres, de compañeros insufribles o del acomplejado director del centro. La primera noticia que oímos en la película es de la radio que alerta de un riesgo de infección que…, no interesa, y la protagonista corta. Lo que preocupa a estos chicos que preparan un Festival de Navidad es la angustia propia de la edad: el sentimiento de desear mucho, desearlo todo, y estar en un entorno que, al menos en apariencia, no solo no te da nada, sino que te impide volar. Y las canciones transmiten, de modo sorprendente, toda esta carga existencial, con una profundidad ciertamente inesperada.

John McPhail, el director, se considera un converso de los musicales, a los que hasta formar parte del proyecto, no aguantaba. Sin embargo, con Ana y el apocalipsis ha demostrado que puede sacar el partido adecuado de un musical. De las canciones originales solo se quedó con tres y fue modificándolas hasta hacerlas interesantes y potentes, trabajando concienzudamente las coreografías y vestuarios. Las letras tienen mucha fuerza porque lidian con cuestiones serias como la incomunicación que provoca la tecnología, la soledad, la necesidad de alguien con quien compartir la vida o el grito escéptico del que cree que los finales felices no son para él; las coreografías responden bien a los diversos momentos de la película y a sus personajes, desde un baile total en el comedor del instituto, a la canción del cazador o la situación absurda de la protagonista es incapaz de darse cuenta de que el apocalipsis se ha desatado.

Porque uno de los aspectos fundamentales del film reside en la utilización del absurdo, del humor en medio del apocalipsis, como utilizar un bastón de azúcar como arma defensiva, o las preocupaciones nimias de los adolescentes cuando el mundo que conocen se ha derrumbado; todo ello mezclado incoherentemente con las preocupaciones que serían normales en tiempos de crisis: restablecer los lazos heridos o buscar a los seres queridos amenazados. Pocas quedan a salvo ante un desastre de estas magnitudes, pero, afortunadamente, las importantes sí lo están: Ella Hunt está magnífica.

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