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Burning

Caratula de "Burning"

Crítica

Público recomendado: Adultos

Nos llegan del cine oriental propuestas interesantes que, en el caso del cine japonés, revitalizan la familia, como Una familia de Tokio, De tal padre, tal hijo, Maravillosa familia de Tokio, Un día en familia, Un asunto de familia…  

No ocurre así con el cine de Corea del Sur, que aborda temas más dramáticos y, en ocasiones, violentos y escabrosos. Sin proponer con crudeza estas dos características, el último filme de Lee Chang-Dong (Poesía, Oasis…), Burning, sí aborda un relato complejo.

Jongsu (Yoo Ah In: Por encima de la ley, The throne…) pasea por Seúl y se para en un puesto donde dos chicas van a realizar una rifa. Una de ellas es Haemi (Jun Jong-seo) quien reconoce a Jongsu como antiguo vecino y del que no sabía nada desde hace años. Quedan para cenar y la chica le pide el favor de que alimente a su gata, pues se va a África de vacaciones.

Pasado un tiempo, Jongsu recibe una llamada telefónica de Haemi para que la vaya a buscar al aeropuerto. El joven conocerá allí a Ben (Yeun Steven: Chew, Carpe Milenio, The Star, uno de los protagonistas de la serieWalking dead…), otro compatriota que había conocido Haemi en el viaje africano. Ben pasea su Porche, vive en un apartamento espacioso y bien amueblado, frecuenta restaurantes caros y no se le conoce trabajo. Su única “actividad” descoloca a Jongsu cuando el anterior se la desvela.

El guion de Lee Chang-Dong y Jungmi Oh, basado en una historia de Haruki Murakami, se detiene en la relación que tienen Jongsu, Ben y Haemi. Esta última se distancia del antiguo vecino para engancharse al magnetismo de Ben, aunque los tres siguen viéndose.

Es en una cena en casa de Jongsu, cuando se abre un espacio a lo inabarcable. Lo provoca Haemi cuando cuenta cómo era la espiritualidad de los africanos al referirse al hambre de verdad y de sentido, que está en la transcendencia, y que todo hombre busca, a veces sin saberlo.

Más allá de este reconocimiento de la religiosidad africana, que no tiene más continuidad en el filme, será la cotidianidad de Jongsu cuando desaparece misteriosamente Haemi lo que se desarrolle en el filme. Este se afana por encontrarla, a veces siguiendo a Ben, porque, aunque este niegue su paradero, Jongsu no acaba de creerle.

Escenas cotidianas se repiten sin ocurrir nada destacable que relance dramáticamente el filme, más allá de que el joven enamorado de Haemi contacte con familiares de la chica, a la que tampoco han visto desde hace tiempo.

Solo en los últimos diez minutos de los 148 del metraje, obtenemos algunos indicios de la desaparición de la chica que precipita dramáticamente su final. En definitiva, al filme le faltan puntos de giro que empujen la historia para obtener mayor implicación emocional del espectador.

Los actores están bien dirigidos y responden a la cadencia de la historia, embellecida por una banda sonora inquietante, por momentos, y muy oriental en sus sonidos. Digno trabajo también de la fotografía de Kyung-Pyo Hong.

 

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