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Climax

Caratula de "Climax"

Crítica

Público recomendado: Adulto

Cuando nos enfrentamos al cine de Gaspar Noé hay que tener en cuenta un dato: no existen temas tabúes.Su cine es puro, una experiencia que se vive a flor de piel aun siendo una vivencia que te la desgarre por completo la carne y se recree en ella. Con tan solo 5 películas en su carrera cinematográfica, su visión ha quedado plasmada en la cabeza de las millones de personas que “disfrutan” su cine. Empezó con Solo contra todos, una muy polémica obra sobre un ser violento, repulsivo y anárquico; le sigue Irreversible, tan bella y dura como violentísima y sutil, un brutal impacto directo a la mente, al estómago y al corazón; con Enter the Voidelevó su nivel a un plano superior, regalándonos una espiritual visión de la muerte y la reencarnación que, literalmente, nos da en toda la cara; Love, quizá su película más floja, ofrece una carnal visión del amor, el sufrimiento y el humanismo de un triángulo amoroso, todo en 3D. Y ahora Clímax, no tan violenta y explicita como las anteriores pero igual de desasosegante, angustiosa, fatídica y alucinógena; cine libertino, alejado de toda corrección y lejos de dar lecciones morales. Noé no es una persona amoral, ni su cine, no puede serlo; para alguien que no tiene tabúes no puede existir semejante concepción, porque hace lo que le da la gana, cuando le da gana y donde le da gana. El resultado es un viaje a los infiernos más demacrados que una mente pulcra pueda concebir; un terrible viaje lleno de alcohol, drogas, y desenfreno que a uno le hace pensar que ni el material perdido de la obra de Paul W. S. Anderson, Horizonte Final, alcanzaría semejante nivel de locura.  

La trama es simple: un grupo de baile se reúne en un edificio donde montan una fiesta. Alguien ha echado algún tipo de sustancia en el ponche y los efectos pronto se hacen notar. Hablar de guion no tiene sentido; incluso el propio Noé reconoce que le aburre leer y escribir guiones. A cambio se mueve por imágenes con una cámara que, literalmente, vuela por encima de los sugerentes e hipnóticos bailes del grupo, a medio camino entre la rave más animal y el baile de salón a ritmo de música electrónica. Y es que su uso de cámara nos sumerge de lleno en la vivencia: el espectador es otro partícipe del grupo, otra persona afectada por el ponche que no sabe qué hacer, a dónde ir y con quién. Cuando el hervidero estalla es cuando empieza el auténtico infierno, una prueba para el espectador y no apta para cardíacos, epilépticos y gente de estómago sensible: acciones donde toda racionalidad se ve desvinculada del ser humano, reduciéndolo a un animal que se mueve por instintito y por sus principios más básicos. Sobre todo prima uno: la autoprotección.

Noé nos propone un mal viaje, una experiencia cinematográfica que podría formar perfectamente parte de un díptico con Mandy: una vivencia sensorial que cada uno vive a su manera, donde la textura de cada imagen nos provoca, nos mueve a sentir repulsión, atracción, morbosidad, terror… O todas ellas juntas. Y eso esClimax: una obra que puede provocar desmayos, que nos empuja a llevar nuestros sentidos hacia el centro de la imagen. Es una ópera, una ópera bestial rodada en el espacio bajo el efecto de todo tipo de narcóticos solo posible de hacer por una persona: Gaspar Noé.

Para los fans del director argentino: no les decepcionará; encontrarán más de lo que promete y saldrán con una sensación de ojos enrojecidos y mareo que les durará un buen rato. Y para aquellos que no conozcan el peculiar cine de Gaspar Noé deben ir advertidos de que se trata de una obra del director deIrreversible, por tanto dura y llena de momento muy explícitos que pueden llegan a impactar al espectador poco dado a las experiencias fuertes.

 

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