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El árbol de la sangre

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Adultos

En todas las familias existen secretos y situaciones de las que nadie habla y que cristalizan en cuestiones tabú.

Pero el director donostiarra Julio Médem (Ma ma, Hay motivo, Tierra…) se ha atrevido a alumbrar ese pozo oscuro para acercarnos a una amplia familia y desvelarnos sus secretos.
Hasta un antiguo caserío vasco, se desplazan Marc (Álvaro Cervantes: Hanna, El juego del ahorcado, 88…) y Rebeca (Úrsula Corberó: Afterparty, Volare, Mascotas…). En ese lugar que perteneció a la familia, la pareja se propone escribir la historia común de sus ancestros para crear un árbol genealógico común del que cuelgan —se enterarán— acciones de amor, desamor, vilezas, sexo, locura, celos e infidelidades: una trayectoria donde subyacen secretos y tragedias que los novios quieren desvelar.
Médem, también guionista, maneja con prudencia los tiempos y va presentando por boca de los dos jóvenes a padres, madres, abuelos y abuelas de uno y otra. Por el número amplio de personajes, el espectador deberá estar atento a quien es quien para no perder el hilo del relato, que cuenta también con la participación de la mafia georgiana.

El director vasco utiliza metáforas visuales donde mezcla en el caserío a sus dos protagonistas principales con sus familiares a modo de estatuas hieráticas o a la pareja como espectadores de lo que se han contado allí en otros tiempos, lo que favorece que conozcamos a los personajes de una familia tan extensa. Destacar también el ejercicio de veracidad en el que se empeñan Marc y Rebeca, muy loable y valiente que requiere de ambos superar miedos y abrir puertas difíciles de cruzar. Médem deja espacio a ambos para no precipitar situaciones o asumir planteamientos difíciles de digerir y que requerirán el perdón de ambos.

En este maremágnum de apertura y generosidad doliente, el árbol centenario que se enseñorea enfrente del caserío es el testigo mudo de secretos, traiciones, agresiones, mentiras, amores homo y bisexuales (Médem los acoge, como es habitual ya en el cine español) entre los miembros de la familia. A sus ramas y en su voluminoso tronco se han urdido muchas situaciones que pesarán en las vidas de sus protagonistas.

Una buena dirección de actores favorece encontrarnos con buenos registros de quienes han hecho la historia del cine español de los últimos años (Ángela Molina, Najwa Nimri, Patricia López Arnaiz, Daniel Grao, Maria Molins, Emilio Gutiérrez Caba, Luisa Gavasa, Josep Maria Pou…) y la irrupción de algunos nuevos, como el argentino Joaquín Furriel (Montecristo, Sos mi hombre, Botines…), un actor con gran magnetismo que asumirá la trama más oscura de este filme.

La película, que cuenta también con una buena banda sonora de piano y con un montaje que cuida especialmente la repetición delante de la cámara del nutrido grupo de personajes para que el espectador no desconecté, nos ayuda a reflexionar sobre la conveniencia de ventilar los recovecos y lugares oscuros que ocupan a todas las familias, y de pedir perdón.

 

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