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Quién te cantará

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Adultos

La historia de Quién te cantaráes ciertamente muy original. Lila Cassen es una artista que, tras una década de grandes éxitos, se retiró de los escenarios.

Cuando su vuelta está anunciada, sufre un accidente que le provoca una total amnesia. La gira de su regreso está amenazada y su representante, que ha hecho de su apoyo a Lili la razón exclusiva de su vida, busca el modo de recuperarla. La única opción que encuentran es contratar a Violeta (Eva Llorach) que trabaja en un karaoke, por las noches. En su vida de soledad -solo tiene una hija despótica hasta la crueldad (Natalia Molina)- ser imitadora de Lily es prácticamente el único recurso que la mantiene con ganas de seguir adelante. La tarea que se le encomienda será la de ayudar a Lila a recuperar su modo de actuar y de cantar. La imitadora debe poner su “no yo”, al servicio de quien ha perdido ese “yo”.

La fuerza del guion, con giros verdaderamente sorprendentes, reside solo en cuatro mujeres. Podría haber sido una obra de teatro. Tanto Carme Elías como Eva Llorach tienen gran currículo teatral. La más destacable es Eva Llorach, unida a anteriores trabajos de Carlos Vermut; su interpretación es superior. La cinta es muy simbolista y exploradora. El ritmo es excesivamente lento en algunos momentos; el director no tiene prisa ninguna, y la fotografía nos recuerda las soledades limpias y ordenadas de los cuadros de Edward Hopper. El final, aunque alabado por algunos, tiene algunas inconsistencias, o desfases de tiempo y lugar que no quedan bien explicados. Su imprevisibilidad para el espectador y la necesidad de darle la circularidad al filme ha dañado la coherencia narrativa, sin duda.

Los conflictos son duros, y están en juego la identidad, el sentido de la vida, el significado del éxito, y como afirma su director, la muerte, el sufrimiento. Carlos Vermut, con este su tercer largometraje, se muestra como autor metafísico. Otra de las variables que explora, esta con menos éxito, es el del fenómeno de la “diva”, especialmente su carácter divino, vertiente que fascina al director. Quizá el nombre derive de ahí, precisamente; sin embargo, no es el fenómeno de la pose de la diva lo que tendríamos que considerar divino, sino ese carácter demiúrgico de los creadores, especialmente de los músicos, la más inmaterial de las grandes artes. Muchos compositores, entre ellos Dylan o Paul McCartney, han hablado, a veces, de algunas de sus canciones como si, más que creación suya, fueran canciones que ya “estaban ahí”, y ellos han sido los que las han “bajado” o “traído”. Nadie expresó con tanta fuerza este carácter del artista como la históricamente falsa Amadeus(Milos Forman, 1983). Salieri vive el drama de saber que la música de Mozart procede directamente de Dios, pero rechaza a ese Dios que no le da el regalo de la música al propio Salieri y se lo da a un bobo. La musicología lleva años tratando de borrar el daño producido a Salieri por esta película, pero el gran acierto de la película, más que su veracidad histórica, es su metafísica.

Volviendo a Quién te cantará, el hecho del protagonismo absoluto de estas cuatro mujeres no debe llevarnos a clasificar la película de feminista. De vez en cuando, surgen voces que denuncian supuestas conspiraciones patriarcales y machistas, y lo hacen con el científico argumento de las estadísticas: “¡oh!”-se lamentan- “sólo ha habido un 21% de mujeres protagonistas en las películas nominadas al premio tal”, “la industria sigue sus patrones patriarcales: de los no sé cuántos premios, solo un 31% han sido para mujeres”. Parece como si para votar películas se necesitasen cálculos paramétricos y algoritmos, en vez de votar según el leal saber y entender de cada uno.

Está claro que es más fácil hacer carrera con estadísticas, buscando con ellas un señuelo para que periodistas perezosos tengan ya el titular hecho, que arriesgarse a contar una historia, solo una. Las historias suelen ser singulares; si no lo son, no tratan de personas. Y si como en este caso, es una película de cuatro mujeres y es interesante, sirve. O si es una obra de teatro de siete hombres, y es buena, sirve también.

Carlos Vermut, sobre este tema, ha sido muy claro, en una entrevista a El Periódico. No le interesan más las mujeres que los hombres. En este caso, su historia no necesitaba hombres, porque lo que explora aquí funciona bien con estas cuatro mujeres.

 

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