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Dios no está muerto

Caratula de "Dios no está muerto: Una luz en la oscuridad"

Crítica

No suele ser normal que las películas de testimonios cristianos no estén arrebatadas desde su inicio para una disposición beatifica y, por tanto, forzada a lo doctrinario. Nos alegramos de que no transite por estos parajes la enjundiosa Dios no está muerto, de Michael Manson, tercera de las entregas de esta saga, que el que escribe ha visto con mucho agrado en sus algo más de 140 minutos de metraje.
Al reverendo Dave (David A.R. White: Dios no está muerto 2, Mercy streets, Brother white…) la universidad le va a requisar la iglesia para tirarla y hacer un edificio para asociaciones estudiantiles. Apenado, pero dispuesto a luchar para evitarlo, una noche regresa a la parroquia con Jude, su amigo y coadjutor de color, tras tomarse unas cervezas y descubren una ventana rota. Poco después, cuando Jude investiga en el sótano, el templo explota y Dave sacará del lugar a su amigo que poco después morirá.
En Dios no está muerto hay riqueza de argumento en sus variadas tramas. La de Dave triste por la muerte de Jude y su lucha para levantar el templo y seguir en el campus, para lo cual le ayudará su hermano agnóstico Pearce (John Corbett: All saints, The boy next door, Street kings…), abogado, al cual recurre para pleitear con la universidad. Entre ellos hay viejas heridas que terminarán saliendo.
Otra línea dramática es la protagonizada por Keaton (Samantha Boscarino: Good luck Charlie y otros papeles en TV) y Adam, su novio. A él, agnóstico, una denuncia, del pastor Dave, le llevará a la cárcel preventiva; ella, es una joven cristiana con dudas de fe que no siente la cercanía de antaño de Dios. Lejanía que se hace mayor cuando el reverendo denuncia a su novio sin perdonarle.
Es Meg (Jennifer Taylor: Holy man, Rumor hass it, Street level…), enamorada de Dave y dedicada a causas sociales, la persona más confiada de la acción de Dios, que “se sirve de los demás para abrazarnos”, dirá. Ella descubre al Creador en lo cotidiano y ve en el tejido de amistades en el que viven las personas la manifestación del cuidado de Dios por cada uno de nosotros.
Dave, el personaje central, vivirá el “silencio” de Dios en su pelea por recuperar su Iglesia, que le conduce al enfrentamiento con su amigo Thomas Ellsworth (Ted McGinley: Hope and faith, Dynasty, Sports night…), directivo de la universidad, que será el blanco de las iras de la mitad de la gente de la ciudad, motivadas por las declaraciones de Dave en los medios de comunicación, personalizando en él las actuaciones para echarle del campus.
El clima de enfrentamiento se hace extensivo y la otra mitad de la ciudad se posicionará por el derribo del templo. El toque de atención sobre este enfrentamiento se lo da el reverendo Roland (Gregory Alan Williams: Remember the titans, Terminator Genysis, In the line o fire…) a Dave, quien le descubre que los “cristianos no pueden fomentar el odio, sino el amor”. Dave, orgulloso, le contestará que habla porque no es el blanco de los ataques, a lo que Roland le espetará que “con las piedras que me han tirado, como negro del Sur, habría podido hacer una iglesia”.
El filme tiene una buena factura de producción y, aunque con aires de telefilme, ofrece distintos escenarios en el rodaje y el variado nutriente dramático de vidas cotidianas no exentas de limitaciones, dudas y en construcción. “Las dudas nos empujan a buscar la verdad”, dirá uno de los parroquianos de Dave a Keaton.
Bien dirigidos los actores en un guion que se aleja de respuestas fáciles o estereotipadas, como en algunos filmes al uso, cabe también espacio para la reclamación a la misericordia a los ministros de la iglesia (en esta caso protestante), que ha sido el talante del papa Francisco desde que accedió al puesto de Pedro, para los católicos y cristianos todos. En el filme de Manson, es Keaton, quien recrimine a Dave al indicarle que el motivo de que los jóvenes hayan dejado de ir a las iglesias es porque se sienten incomprendidos por los reverendos (curas, en nuestro entorno) en sus actuaciones y dudas personales. En definitiva, a sacerdotes, religiosos y cristianos de a pie nos ha entrado la impaciencia para acortar el tiempo y la libertad de jóvenes y de hombres y mujeres alejados para responder a Dios, pero Él espera pacientemente la vuelta del Hijo pródigo, esto es, cada uno de nosotros, cuando cada quien lo decida.
En consecuencia, Dios no está muerto, en la que hay un papel para la oscarizada con 10 año Tatum O’Neal en el filme Paper moon, es una de las mejores películas “cristianas” que hemos visto por estas latitudes porque cuenta con el difícil equilibrio de mostrar testimonios cristianos que no siempre son aleccionadores. Nunca cae en el doctrinalismo de quien todo lo tiene claro y va catequizando a tiempo y destiempo al personal. Por el contrario, sus personajes son de carne y hueso (con dudas, miedos y errores…) que buscan, en medio de su inconsistencia, ser mejores y ayudar a los demás, testimoniando al Nazareno.

 

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