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High Life

Caratula de "High Life"

Crítica

 

El mundo sci-fi espacial es tan amplio, variado y abordable que el cine que ofrece posee un gran abanico de opciones.

Desde su nacimiento de la mano del maestro francés Georges Méliès, por el celuloide han pasado cientos de exponentes del género: desde la serie B de cintas como Cohete K-1, las premonitorias IKARIE XB 1 y Terror en el espacio (cuyas deudoras son nada menos que 2001: una odisea del espacio y Alien respectivamente, otros dos ejemplos de la magnificencia de la aventura espacial), las cintas de Antonio Margheriti en el espacio; hasta la actualidad donde nos encontramos con Moon, Sunshine, Gravity, Marte o Interstellar. De la reflexión existencialista sobre el papel del ser humano en el Universo al puro materialismo donde humanos luchan por preservar su vida en la Tierra o extenderla. La vida de la ciencia ficción es infinita, a pesar de la famosa sentencia de Borges y las cuatro historias que repetimos hasta la saciedad. La directora francesa Clarie Denis ha querido arriesgarse al máximo en esta su última obra, más cercana al espíritu del Tarkovski de Solaris que al de Kubrick u otros exponentes como Naves misteriosas, Saturno 3 o The Black Hole. Una profunda reflexión sobre el ser humano y su semilla en la inmensidad de la oscura puerta del espacio, los límites del individuo contra uno mismo y, en definitiva, una parábola sobre la sociedad trasladada a una microsociedad despojada de todo carácter moral y ético. Provocadora, estimulante, hipnótica, magnética, fascinante. Un futura película de culto que será tan odiada por unos como amada por otros.

La trama nos presenta a Monte, un joven que vive junto a su bebé en una nave espacial que viaja a la deriva. Mediante saltos al pasado conoceremos a toda la tripulación y los hechos que hicieron que Monte sea ahora su único humano vivo en ese rectángulo de metal. La película sería ideal como díptico de Interstellar, ya que ambas tratan temas muy parecidos: la paternidad y la ambición por la conquista del espacio. La diferencia radical está en las fuentes: la primera toma inspiraciones fuertes en Kubrick mientras que la presente película tiene un fuerte olor al ya mencionado cine de Tarkovski por su minimalista ambientación, los diálogos escasos y a veces crípticos, o ese final ambiguo y simbólico, lejos de la magnificencia de un 2001. Pero no nos engañemos: el cine de Clarie Denis es un cine muy particular, personal, con marca propia de la casa, por ello salva las comparaciones odiosas con otras cintas de aventura espacial. De su ser nace una obra original, provocadora, arriesgada hasta la médula: High Life no está exenta de escenas violentas, mucha carga sexual y situaciones grotescas y agobiantes. Es un cine particular, más cerca de su película de 2001, Trouble Every Day que de las últimas obras que venía haciendo: puede que sea su película más personal, pero también la más ambiciosa hasta la fecha. En ella lleva acabo un ensayo en un microcosmos sobre el ser humano y su relación con la violencia, el sexo, la muerte, la experimentación y la nueva vida. No será del gusto de todos los paladares, puesto que High Life también es una obra lenta, atmosférica. Se toma su tiempo en presentarse como lo que realmente quiere ser.

Las caras del reparto son harto conocidas por todos, pero un pequeño punto y aparte merece el joven actor protagonista: un actor que alcanzó la fama con la ridícula saga de Crepúsculo, dio un vuelco radical a su carrera de tal forma que ya ha trabajado con directores como David Cronenberg, David Michôd, Werner Herzog o James Gray. Su interpretación en Good Time fue intensa, poderosa, desesperada… En High Life, Robert Pattinson vuelve demostrar por qué debe ser uno de los actores del momento: contenido, radical, vibrante. La relación de su personaje, Monte, con su pequeña en la cinta es de una autenticidad asombrosa (un poco ambigua en su última media hora)  y memorable. Juliette Binoche no sorprende, sigue confirmando lo que ya sabemos: que es una de las mejores actrices del presente siglo. Como apunte final: no debemos quitarle el ojo a Mia Goth pues podría ser la nueva gothic queen del cine de terror y sci-fi.

En resumen: una poderosa obra de ciencia ficción, personal, íntima, compleja hasta límites asequibles. Las interpretaciones son excepcionales, la ambientación y todo lo relacionado con el apartado técnico sobresaliente. Cine de autor bien hecho, bien dirigido y bien escrito que en el futuro tiene asegurado un puesto entre las cintas de culto.

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