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Las herederas

Caratula de "Las herederas"

Crítica

 

Después de haber conquistado en Venecia 73 el Premio Orizzonte por su maravilloso corto La voz perdida,

Marcelo Martinessi vuelve a la gran pantalla con su primer  largometraje, Las Herederas, ya aclamado en el Festival de Cine de Berlin 2018; en esta ocasión, la película fue galardonada nada menos que con el Premio Fipresci de la crítica internacional, mientras Ana Braun, por su brillante interpretación, consiguió llevarse el Oso de Plata para la mejor actriz.

Con ritmos lentos, la cinta cuenta la historia de dos mujeres, provenientes de ricas familias paraguayas de una burguesía en declive. Ya en una fase avanzada de la vida, las dos viven juntas en una antigua casa colonial, escondiendo su homosexualidad (los tonos siempre oscuros de las escenas en la casa simbolizan la necesaria clandestinidad de su condición), y tratando de sobrevivir vendiendo las riquezas heredadas que hasta ahora les habían permitido llevar una vida de ocio y comodidad. Ellas se enfrentan a su situación con dignidad, aunque la separación de memorias personales y generacionales no es indolora, y va creando grietas en su relación. La cadencia tranquila de la narración -que en parte refleja el estilo de vida propio de America Latina- nos deja fijar en la delicada transformación interior de la protagonista, Chela, cuya sensibilidad es magistralmente expresada por Braun. La causa occasionalis de su cambio es dada con el repentino encarcelamiento de Chiquita a causa de sus deudas. Chela, ya sola, tendrá que salir de su pasividad y enfrentarse a la vida. El primer choque con la realidad adviene en la cárcel femenina de Chiquita, un toque de drama y colores que empieza a alterar el equilibrio imaginario de la vida de Chela, la cual, obligada por su nueva condición a apañarse en el mundo, acabará -un poco por casualidad- por hacerse taxista. De aquí, el encuentro con la pasional Angy, provocará en Chela el despertar de deseos ya hace tiempo sepultados, reabriendo en ella heridas y una nueva ansia de rescatarse del universo decadente que la enclaustra.

Con un película sencilla, de planos cortos y actuaciones secas y casi tímidas, Martinessi nos quiere ofrecer el retrato de un Paraguay donde las formas de un sistema que el mismo define irracional todavía se perpetúan, queriendo a la vez contar el atractivo de las mujeres que a veces deciden romper con estas “herencias abstractas”.  Una representación de una complejidad cultural y social, a la vez que una lograda exploración de un universo femenino, hacen de esta película una pequeña joya del mundo cinematográfico paraguayo.

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