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Hermano

Caratula de "Hermano"

Crítica

De Venezuela nos llega una opera prima de Marcel Rasquin, que ha triunfado en los Festivales de Huelva, La Habana, Los Ángeles y Moscú. Ciertamente se trata de una gran película, muy dura, pero también cargada de humanidad.

El film arranca con una impactante escena que recuerda el comienzo de Milagro en Milán de De Sica: un bebé abandonado llora en la calle. Julio es un niño que pasa cerca de ahí con su madre, y que, oyendo el llanto, cree que es un gato y se acerca. Tras un momento de pánico, la madre de Julio decide llevarse el bebé a casa e integrarlo en la familia. Dieciséis años después, Julio y Gato -como apodan a su hermano Daniel- son dos buenos hermanos que se han convertido en los mejores futbolistas del Barrio. Un día, un ojeador llegado desde Caracas se fija en ellos y decide darles una oportunidad en el fútbol profesional. Pero el ambiente al que pertenecen y las mafias del barrio les van a poner las cosas muy difíciles.

Desde el punto de vista formal se trata de una cinta muy moderna, con montaje muy picado, cámara libérrima, y en muchos momentos de estética videoclipera apoyada en innumerables canciones de sabor latino. El film combina el thriller más tarantiniano con el subgénero deportivo más tradicional. Sin embargo, a la vanguardia formal se contrapone el desarrollo dramático del film, que es muy clásico y por ello muy universal. Su clave antropológica está en la escena inicial. Al igual que el Totó de Milagro en Milán, Gato es un personaje definido por el agradecimiento, a su madre adoptiva Graciela y a su hermano Julio. Ese agradecimiento es tan radical, que Gato va a ser capaz de cualquier sacrificio con tal de poder salvar a los que en su día salvaron su vida. Esta grandeza de alma es especialmente elocuente cuando la chica que le gusta quiere abortar. Él, que fue amado incondicionalmente al nacer -su madre le tuvo y otra madre le acogió-, no puede aceptar sin más la lamentable opción del aborto. Esa subtrama va contracorriente de la mentalidad dominante, pero es coherente con una de las entidades patrocinadoras del film, la asociación provida  venezolana Provive.

La película es también un elogio del deporte como posible tabla de salvación de tantos jóvenes a punto de convertirse en delincuentes callejeros. Los valores de la competición deportiva se proponen como camino de humanización en un ambiente social abocado a la muerte segura. Por otra parte, la película es rica en simbología cristiana, dentro de la devoción popular latinoamericana, y no es casual que el film se cierre con un gesto de oración. También es cierto que chica ver un crucifijo en la pared de la clínica abortista.

El trabajo de los actores es convincente, aunque a menudo el argot nos impide comprender bien los parlamentos. Destaca el trabajo de los debutantes Fernando Moreno y Eliú Armas

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