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La carga

Caratula de "La carga"

Crítica

Público adecuado: Adultos

Las terribles guerras yugoslavas siguen viva en el cine. Un suceso que será duro de olvidar, aun
habiendo pasado más de 20 años desde que sucedieron los hechos que masacraron la zona
europea, dejando miles de víctimas y varios países devastados. Herido por el conflicto, Serbia
todavía lucha por recuperarse de aquellos durísimos hechos y lo demuestra en su cine: su
máximo exponente, Emir Kusturica prodigue con su labor de reimaginar el conflicto con su
curiosa imaginaría visual, a pesar de haber realizado años atrás la película definitiva sobre esta
guerra, Underground. La gran labor de un cineasta de contextualizar una trama para hablar de
un conflicto es una de las grandes tareas de un realizador: recientemente tenemos la peculiar,
Donbass, que ridiculiza y pone en tela de juicio la propaganda nacionalista ucraniana con un
ingenio mordaz y ácido; muchos años atrás, En tierra de nadie de Danis Tanovic exploró el
conflicto con una comedia negra crítica, dura y sin edulcorantes; incluso Fernando León de
Aranoa se atrevió a tratar el conflicto con Un día perfecto, que sin ser todo lo que pudo haber
sido, es una película notable y con bastante mala leche. Y ahora, en un giro de los
acontecimientos, nos llega La carga: un drama, con tintes de thriller que vuelve al conflicto,
pero sin la cierta efectividad de las anteriores propuestas.

La trama es la siguiente: un conductor debe llevar una misteriosa carga, desde Kosovo hasta
Belgrado. Durante el viaje, en el interior del conductor, irá surgiendo una posición ante tanta
devastación. Si cogemos El salario del miedo de Clouzot y su infravalorado remake Carga
Maldita de Friedkin, y le quitamos la tensión y la acción, nos quedaría algo como la presente
obra. No es tanto el contenido de la misma, con la forma en la que nos presenta la trama:
secuencias que se alargan, muchos silencios y poco diálogo, todo por favorecer una puesta en
escena minimalista, una historia introspectiva y una mirada distinta del conflicto. Sin embargo,
estas propuestas, que vienen del cine de autor más propiamente europeo, resultan superfluas
porque realmente no nos cuenta nada novedoso; en ocasiones, incluso llega a ser soporífero.
Tarda en arrancar bastante y cuando lo hace, ya no nos interesa del todo lo que tenga que
contarnos: ni las tramas secundarias y el drama colateral en el que se centra el director. Por el
contrario, la puesta en escena consigue meternos en un ambiente claustrofóbico, donde se
respire la opresión y la tristeza.

Técnicamente es muy decente, hecha con pocos medios y con la inteligencia del realizador. Los
actores cumplen, pero no apasionan. El paralelismo más cercano es con la película 1945, una
crónica de la postguerra que posee una trama interesante, pero un desarrollo poco atractivo y
un desenlace sin demasiada pasión. Aquí se palpa algo por el estilo: muchas buenas
intenciones, pero poca pasión por contar los hechos y mostrarlos (o insinuarlos)
En resumen: una película que se queda en tierra de nadie, muy inteligente en su economía de
medios, cuyo texto no aporta nada nuevo que no se haya dicho antes.

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