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Razzia

Caratula de "Razzia"

Crítica

Público Recomendado: Mayores de 16 años 

Nabil Ayouch (París, 1969) es un director de cine franco-marroquí que, proveniente del mundo de la publicidad, ha cosechado numerosos éxitos entre los que destaca “Los caballos de Dios” (2012), un largometraje sobre el terrorismo suicida. Hijo de musulmán marroquí y judía tunecina, ha venido explorando en su cine las convulsiones y las tragedias que aquejan al mundo islámico y, en particular, a Marruecos y el Magreb.

Precisamente dedica “Razzia” (2017) a los conflictos que sacuden la sociedad marroquí más allá de lo que uno puede ver en la actualidad de los informativos. A través de diversas vidas, descubrimos los distintos rostros de un país fascinante, pero amenazado. Así, acompañamos a Hakim (Abdelilah Rachid), el joven gay que sueña con dejar la medina pobre en la que vive y ser una estrella del rock; y a Salima (Maryam Touzani), casada con un hombre que, aparentemente, es liberal y moderno pero que, en realidad, es un machista. Conocemos el drama de Joe (Arieh Worthalter), un empresario judío de Casablanca que regenta un restaurante kosher mientras ve cómo la comunidad judía mengua, el antisemitismo aumenta y él se hunde en el alcohol. Descubrimos a Inès (Dounia Binebine), joven y rica que va descubriendo su sexualidad. No obstante, la historia que quizás resulte más profunda es la de Abdallah, (Amine Ennaji), el maestro de un pequeño pueblo en el Atlas a quien se obliga a impartir sus clases en árabe en lugar del bereber que todos sus alumnos utilizan.

“Razzia” nos recuerda, en algunos aspectos, a “Mujeres de El Cairo” (2009), el largometraje de Yusri Nasrullah que va enlazando, como en “Las mil y una noches” una historia tras otra. En “Razzia”, Ayouch toma como hilo conductor la propia ciudad de Casablanca, que representa al mismo tiempo la diversidad de Marruecos y el espacio en el que ésta se ve amenazada por los fanáticos religiosos y políticos. Con motivo del estreno, el director declaró a la agencia EFE que “No es que haya muchos temas; en realidad hay uno solo, contado de diversas maneras: es la incapacidad de las personas en el Marruecos actual para expresarse tal como son, para aceptar al otro en su diferencia y convivir con él. Somos un país de muchas identidades, y esa es nuestra riqueza”.

Sin embargo, tal vez la película nos permite otra mirada algo distinta. Sin duda, “Razzia” denuncia esa dificultad para expresarse tal como sus personajes son, pero también una ruptura con las tradiciones y la propia herencia del país. Hay una ruptura creciente entre los individuos que Ayouch retrata y la sociedad en la que viven. Las minorías sexuales, las minorías religiosas, las mujeres que se distancian de los roles tradicionales en la sociedad islámica se van quedando aisladas y, de alguna forma, desarraigadas. El drama no es sólo el del rechazo, sino también el de esa pérdida de las raíces. Quizás es aquí donde el personaje de Abdallah cobra toda su fuerza. Obligado a utilizar una lengua vehicular que sus alumnos desconocen, termina emigrando. La pérdida del hogar comienza con la pérdida de la lengua. Hay aquí un vago eco del Amié Cessaire de “Cuaderno de un retorno al país natal” sólo que aquí el país natal tiene dos lenguas y no sólo una.

Es una película profunda y triste.

 

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