Crítica
Público recomendado: Jóvenes y adultos
Compartiendo cartelera con la nueva entrega de Los Vengadores, nos llega un western clásico, una historia dura y violenta, pero cargada de grandes valores. “The Kid” es una historia contada desde la mirada de un niño, que se ve obligado antes de tiempo, a comportarse como un hombre. Una película de ritmo pausado, como el buen cine lo requiere, en donde un niño, presencia el encuentro entre Billy El Niño y el sheriff Pat Garret.
Como muchos westerns, “The Kid” coloca a sus protagonistas en circunstancias límite que los llevan a tomar decisiones vitales. Aunque queda muy lejos de películas como “Sin perdón” de Clint Eastwood o “El hombre que mató a LIberty Balance” consigue plantear temas interesantes y recordar, aunque sea en la intención, al mejor Ford.
El bien y el mal, se perciben muy bien en los distintos personajes de la película; en donde el malo (“Billy el Niño”) no es solo maldad, y el bueno (“el sheriff Pat”) no es solo bondad. Unos personajes llenos de matices, cargados de capas interiores que llenan de significado y emoción muchas de las secuencias de una película que, sin ser perfecta, está muy por encima de la media. En especial vale la pena destacar la conversación entre el niño y el sheriff Pat sobre los errores que cometemos. Dice el sheriff: “Los errores que cometemos son importantes, pero mucho más importante es lo decidimos hacer después de haberlos cometido”. Por otro lado, tenemos a Billy, el Niño, en donde vemos cómo la naturaleza humana se resiste a la maldad, y que a pesar de que las circunstancias nos empujen a una vida concreta, siempre existe el deseo de que las cosas pudieran ser de otra manera. Dice Billy, El niño: “No se si son nuestros errores o el destino quienes determinan nuestro siguiente paso en el camino (de la vida)”.
Con unas interpretaciones de gran nivel, brutal Chris Patt en el papel del tío del niño, la película acierta en su propuesta de western, a pesar de algunas tramas algo previsibles que le restan “elegancia”. Aún así, presenta un guion clásico interesante; estructurado en torno al viaje de un niño y de su hermana que, huyendo de su pasado, tratan de encontrar un lugar mejor donde vivir. Con una banda sonora eficaz, un montaje confuso en ocasiones y una fotografía bien intencionada, la película hace una afinada reflexión sobre el miedo, presentándonos a un Billy el Niño roto por dentro, que reconoce tener un deseo interior, íntimo, infinito y eterno que nunca supo ni comprender, ni atender y mucho menos, supo “nombrarlo”. Y que, debido a todo ello, no consigue que nada de lo hace signifique algo.
En definitiva, un notable western que continúa la historia de Billy el Niño y el sheriff Pat, y lo hace con gusto y acierto. Eso sí, la violencia se muestra de forma contundente y las reflexiones sobre el bien y el mal y sobre la conciencia, exigen de un espectador adulto, capaz de disfrutar del ritmo lento y de dejarse llevar por una aventura dura pero abierta a la esperanza. No se la pierdan.