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Un océano entre nosotros

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Jóvenes y Adultos

El pasado 7 de septiembre, las salas de cine españolas recibían Un océano entre nosotros, último trabajo del oscarizado cineasta inglés de 55 años, James Marsh (Man on wire, 2008; La teoría del todo, 2014), y de cuya distribución responde Vértice Cine.

El filme sigue las andanzas de Donald Crowhurst (Colin Firth), un veterano de la Real Fuerza Aérea Británica y navegante aficionado, que en 1968 decide formar parte de la Golden Globe Yate, una carrera en la que los deportistas compiten en vela de manera solitaria y sin escalas, mientras viajan alrededor del mundo con el objetivo de hacerse con un valioso premio en metálico.

Crowhurst nunca había navegado en un trimarán hasta varias semanas antes de la competición, por lo que tendrá que enfrentarse a multitud de adversidades mientras en tierra le espera su mujer y mayor defensora, Clare (Rachel Weisz), quien también tendrá que seguir adelante con su rutina y cuidando a sus hijos sin el amor de su marido.

Algo está pasando en el cine con los biopics, que tan buena prensa tienen por lo general. Sobre todo si sus finales son felices. Ahí tenemos, por ejemplo, a En solitario (Christophe Offenstein, 2013), Sully (Clint Eastwood, 2016), o más recientemente A la deriva (Baltasar Kormákur, 2018). Tal vez el cine necesite apoyarse en el género para recordar que una vez hubo hombres que hacían de hombres en la gran pantalla, igual que en las películas de John Ford.

En el caso de Un océano entre nosotros, que parte con muy buenas intenciones en su arranque, no se aprecian esos signos de heroicidad que dejaba entrever en el párrafo anterior. Tal vez Marsh haya querido centrar el disparo en las consecuencias que supone tomar decisiones precipitadas -más en la línea de un relato por la supervivencia pero sin mimbres que sostengan la argumentación-, lo cual no quita que el oscarizado Colin Firth, que lleva todo el peso del relato, ofrezca una gran interpretación en la que da a luz a todos los estadios sentimentales que invaden al ser humano en situaciones límite.

Sin embargo, Marsh no consigue que su relato esté bien engrasado al restarle al guión su capacidad para emocionar y opta por transitar por derroteros, que si bien afrontan otros asuntos, se queda lejos de ofrecer un producto que venda heroicidad. En esta película de eso no hay nada. Cuesta creer, por tanto, la decisión de no dar la cara como sí hizo en la completísima La teoría del todo. No se quiere decir que James Marsh no tenga talento ni capacidad suficiente para rodar cine con calidad, o que incluso haya tocado fondo filmando biopics, no. De hecho, la factura técnica y la puesta en escena de Un océano entre nosotros son redondas. Pero no consigue comunicar con nitidez el mensaje del filme, y esa tibieza, esa huida hacia adelante, ese paso en falso no convence ni persuade. Sorprende, también de nuevo, la episódica intervención de la resolutiva y oscarizada Rachel Weisz, quien apenas puede mostrar todo su talento en esta película. Y eso que gracias a su compañero de reparto levantan las deficiencias halladas en la estructura, los diálogos y el planteamiento de Un océano entre nosotros. No es una mala película, ojo, pero le falta alma a su historia. Y si la historia es un biopic y no funciona, apaga y vámonos.

 

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