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Bienvenidos a Marwen

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Adultos

Vuelve a nuestras pantallas el director Robert Zemeckis, probablemente el discípulo más aventajado de Steven Spielberg, que conquistó las plateas con clásicos como la trilogía de Regreso al futuro, Quién engañó a Roger Rabbit o Forrest Gump, que le valió el Oscar al mejor director.

Bienvenidos a Marwen se basa en la historia real de Mark Hogancamp, un artista gráfico que sufrió un asalto casi mortal de una banda de neo-nazis. Esto le dejó traumatizado y le hizo perder la memoria, y a partir de entonces se dedicó a realizar fotografías con una detallada maqueta que recreaba un pueblo belga durante la II Guerra Mundial. Mark puebla el lugar con muñecos que reflejan a personas que conoce en su vida cotidiana, y utiliza las historias que imagina que viven para escapar de su triste realidad.

Bienvenidos a Marwen en una de esas películas de las que uno sale con cierto pesar, pensando que una idea tan buena ha sido desperdiciada por una mala ejecución. En efecto, la historia real de Hogancamp, contada cronológicamente y centrándose en los aspectos más importantes, podría haber resultado en una película apasionante. Sin embargo, da la sensación de que Zemeckis no tenía muy claro qué película quería hacer, y nos encontramos ante un extraño híbrido entre una historia dramática y emocional por un lado, y una serie de sketches animados por el otro. Por más que Zemeckis intenta enlazar ambos mundos, la mezcla no cuaja.

Zemeckis pasó una fase de carrera fascinado por la captura de movimientos, para recrear actores como figuras digitales en películas como Polar Express, Beowulf o Cuento de Navidad. Esas historias de aventuras se prestaban al tratamiento, y suponían un aliciente para la desbordante imaginación visual del director. Sin embargo, en Bienvenidos a Marwen las hazañas bélicas de las figuras de Hogancamp resultan interludios frívolos y reiterativos en medio de la dramática historia del protagonista. La discrepancia tonal y estilística hace que el espectador no pueda ajustarse a ninguna de las dos partes del relato. De la misma manera, la animación de los muñecos con rasgos semi-humanos de los mismos actores tiene un factor grimoso bastante incómodo.

Esto no quiere decir que la película no tenga elementos positivos. Con un director como Zemeckis siempre puede uno encontrar secuencias magníficamente rodadas, ideas visuales sorprendentes y algunos momentos en los que se consigue la complicidad del público con los personajes. Sin embargo, desperdicia el potencial de una emotiva historia de superación humana ante la adversidad al transformar algunas de sus partes más importantes en breves flash-backs, y centrarse en una línea argumental mínima, la citación de Hogancamp al juicio contra sus asaltantes, y su enamoramiento de su nueva vecina. Todo para hacer hueco torpemente a los interludios lúdicos animados. Los auto-homenajes a películas anteriores como Regreso al futuro solo consiguen hacer que añoremos al Robert Zemeckis que nos deslumbró en la cima de su carrera.

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