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Creed II

Caratula de "Creed II"

Crítica

 

Las películas de Rocky componen una de las sagas cinematográficas más famosas de la historia del cine.

Con la primera película John G. Avildsen, su director y uno de los pilares fundamentales del cine de los 70 y 80, y Sylvester Stallone, su actor y guionista, crearon un ejemplar exponente de cine comercial depurado, bienintencionado y con suficientes posibilidades para arrasar: su modelo del éxito frente al fracaso, el amor a los seres queridos y el valor del esfuerzo y el sacrificio fue el background con el que Stallone armó a Rocky, un humilde trabajador, fracasado boxeador y que consigue superar toda adversidad para luchar contra el más grande. No menos emblemática fue la figura de Apollo Creed, antagonista de Rocky y personaje que fue evolucionando a lo largo de la saga. El Oscar de la Academia (año 1976) y la sucesión de una serie de secuelas con sus más y su menos acabaron de forjar la leyenda de Rocky. Su quinta entrega fue la menos valorada y querida, y la sexta (dirigida por el propio Stallone) solo aumento la sensación resacosa de la anterior. Por ello en 2015 apareció Creed secuela y a la vez spin off de Rocky. El resultado: alabanzas de crítica y público y la nominación al Oscar a mejor actor de reparto para Sylvester Stallone. La secuela estaba asegurada y aquí la tenemos. Repite la fórmula de la anterior, mezcla sucesos de la 4º y 5º de Rocky y así nace Creed II: entretenida, bien dirigida, muy bien actuada pero con síntomas que indican que la cosa debe acabar ahí.

En esta entrega, el hijo de Apollo Creed regresa para enfrentarse a un peligroso oponente: el hijo de Ivan Drago, el hombre que acabó con la vida de su padre. El combate adquiere pues cotas personales por vengar la muerte de Apollo, y supone el reencuentro entre Ivan y Rocky. EL principal atractivo de esta entrega es, sin duda, en recuperar la fría y dura figura de Drago, interpretado por Dolph Lundgren. Cuentan las malas lenguas que el director planeaba reducir su personaje al del simple zoquete, destruyendo toda la mitología del personaje de la 4º entrega de Rocky, y que fue el propio Lundgren y Stallone el que le dio al carácter de Drago la motivación y el empuje para ser un personaje con pasado e historia. Y bien por ellos. La fortaleza y el empeño físico de Jordan son comprometidos, pero son los breves momentos que Lundgren y Stallone comparten pantalla los que hacen que esta secuela valga la pena y trascienda como un engranaje esencial en la saga. La batalla final es todo lo que se podía pedir, pero empieza a notarse los efectos Rocky VI: un sabor agrio a cansancio. Plantea problemáticas morales y éticas importantes como el deseo de venganza, la imposición del talante ante la provocación y la violencia y la ambición de trascender a mito y leyenda. Sin embargo, el discurso suena algo agarrotado, como con el freno de mano echado. La película es entretenida, muy bien rodada y con unos secundarios de lujo, pero no llega a la altura de su antecesora.

En resumen: los fans de la saga Rocky no saldrán decepcionados, pero sufrirán los inicios de esa amargura que transmitió la sexta entrega. Dolph Lundgren se roba el espectáculo y dota a su personaje de un transfondo que, si bien sin conocer detalles era más misterioso y atrayente,  posee la cohesión de un personaje bien construido y con motivaciones personales.

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