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Escape Room

Caratula de "Escape Room"

Crítica

Público recomendado: Adultos

Primero fueron los cómics y los libros; el eminente éxito del fenómeno fan era un caramelo demasiado goloso para las grandes productoras y decidieron llevar a la gran pantalla grandes obras con una legión de seguidores lo suficientemente amplia para embolsar billetes verdes. Se han adaptado a la gran pantalla incluso canciones, como Convoy de Sam Peckinpah, inspirada en una canción de W. C. McCall; Terciopelo azul de David Lynch, cuyo génesis es una balada de Bobby Vinton; o Man On The Moon de Milos Forman, cuya brillante canción corre a cargo del grupo REM. Pero ahí no queda la cosa: videojuegos, anuncios, folletos publicitarios, fotografías, incluso otras películas que han dado lugar a series de televisión. Todo es adaptable o readaptable (lo último fue aquella cosa que llamada Emoji: la película) en el mundo del cine, aunque también se deben tener sus limitaciones, puesto que esto conlleva un debate impllcitio: ¿está muerta la creatividad? ¿los directores, guionistas y creadores han agotado toda su originalidad y tiran del remake, la adaptación, el reboot, la secuela, etc. para solventar la muerte de la innovación y la sorpresa en el guion, más allá de los artificios estéticos y la pirotecnia vacía? El debate es intenso y largo, por ello hablaremos de otra adaptación: Escape Room, basada en el popular juego de ingenio en el que un grupo de personas deben escapar de una sala. Sencilla, da lo que promete y no se desvirtúa por aspirar a algo que no es. Da tensión, momento de terror y entretiene… pero el debate anterior está muy presente.

La trama ya ha comentado: un grupo de 6 personas deben escapar de una sala que se aleja del entretenimiento y amenaza sus vidas. ¿Recuerdan Cube? Es más, ¿recuerdan el Cluedo? Pues la presente obra es algo así, pero quitándole toda la parte cerebral y tirando más a un tonillo cercano al de Saw: no tan brutal como el torture porn, pero si posee ciertas escenas que pueden hacen sentir cierta tiricia. Las sorpresas se suceden con bastante ritmo y la película no decae en cuanto a entretenimiento y suspense. No en vano su director es el responsable de otra extraordinaria cinta de terror: The Taking of Deborah Logan, donde ya se notaban sus buenas facultades para sorprender al público con dosis muy efectivas de sustos. Puede recordar incluso a aquella película española, casi olvidada hoy en día, pero que causó bastante revuelo en taquilla: La habitación de Fermat de Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña, por sencillo aparato cerebral que nos hace pensar que la película es más compleja de lo que realmente es.

La idea de adaptar un juego físico y mental tiene tanta vigencia como el debate de la participación interactiva del espectador en la trama de Bandersnatch, el capítulo de Black Mirror: es algo que ya estaba ahí, en el caso de Bandersnatch en el mundo de los videojuegos. Por lo tanto, ¿hace falta que el gran público reafirme la creencia física del producto insistiéndole en su vigencia actual? ¿Por qué hacer una película como Escape Room pudiendo escapar a otros terrenos pocos conocidos? El debate está abierto.

En resumen: una película bien hecha, entretenida y con planteamientos los suficientemente retorcidos para satisfacer a los amantes de Saw y Cube. También una llamada de atención: ¿hasta cuándo vamos a seguir llevando al cine fenómenos mainstream ajenos a lo que es realmente el cine?

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