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La clase de piano

Caratula de ""

Crítica

 

Hacen falta películas como esta. No por ser originales, sino por ser repetitivas.

Las buenas historias hay que oírlas muchas veces, y si no, no son tan buenas. Historias como estas tenemos muchas, porque nos hablan de cosas que necesitamos oír: que el talento no se genera por las condiciones sociales del medio, que es bueno que un profesor confíe en su alumno más que este en sí mismo, que debemos rescatar continuamente la música clásica, que el esfuerzo consigue grandes cosas o que la música posee interiormente a aquellos a quienes elige. Nada de esto es nuevo y por eso hay que repetirlo, una y otra vez, porque como no es nuevo, se nos olvida. Bienvenida La clase de piano.

El director, Ludovic Bernard, es un enamorado de la música clásica, la escucha constantemente y le ha rendido un homenaje. La música es una pasión que llega a dominar a aquellos que la han recibido, aunque vivan entre las rigideces de la enseñanza reglada de un conservatorio. Gran paradoja, la música, ámbito de libertad, requiere esfuerzo y sacrificios constantes.

En un intercambiador de metro, donde nadie tiene nombre, donde un piano espera a que alguien lo toque, aparece un joven que toca con una intensidad increíble. Lo que interesa a pocos, fascina a Pierre, profesor de piano del Conservatorio Superior de Música de París, que advierte en Matthieu, el pianista anónimo, un talento descomunal. Pero Matthieu forma parte de una pandilla de gamberros que roban y se mete en un lío. Condenado a servicios comunitarios, y con la amenaza de cárcel ante la menor reincidencia, Pierre logra atraer a Matthieu a su conservatorio, para que haga allí sus servicios comunitarios: limpiará los suelos por las mañanas y después, Pierre le pone a cargo de la mejor profesora del Conservatorio. La apuesta de Pierre es un auténtico órdago: este alumno, sin formación reglada, de quien no se sabe quién ha sido su profesor, es el elegido para representar al Conservatorio en el concurso nacional de jóvenes intérpretes. Nadie cree en Pierre, nadie cree en Matthieu, ni siquiera el propio Matthieu.

Hay cosas que nos recuerdan a la preciosa Together (Chen Kaige, 2002) con la música en la estación, la preparación para el concurso, el talento del niño pobre, o a Urban Hymn (Michael Caton-Jones, 2015) donde una educador, con una gran herida en su pasado, lo arriesga todo, por su alumno rebelde; al Profesor Mulholland, o a Will Hunting, podemos buscarle padres, hermanos y primos a la película, y todos tendrán en común que en la educación hay momentos en que se necesita la esperanza contra toda esperanza, el paso de fe de Indiana Jones en la última cruzada, pero que una vez roto el caparazón, la humanidad brota y hace crecer a todos. Si el grano de fruto no muere…

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