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La trampa del mal

Caratula de ""

Crítica

Después de varios fracasos seguidos, el director M. Night Shyamalan (conocido, sobre todo, por “El sexto sentido”) prueba ahora suerte como productor con “La trampa del mal” (“Devil”-diablo- es su más adecuado título original), que constituye la primera entrega de una pretendida serie de películas de terror tituladas “The Night Chronicles”.

Lo cierto es que el planteamiento es algo escueto: un grupo de personas encerradas en un ascensor empiezan a sufrir ataques de un extraño ser, hasta que se dan cuenta de que uno de ellos no es quien parece ser. Como digo, este argumento podría encajar en un episodio de aquellas míticas series televisivas de fantástico y terror, como “The Twilight Zone” o “Cuentos asombrosos”. Pero para un largometraje, la historia se queda algo escasa. Los autores intentan remediarlo recurriendo a los personajes que desde el exterior intentan ayudar a los atrapados, pero precisamente esa ruptura del concepto minimalista del ascensor le quita buena parte del interés (Rodrigo Cortés ya ha demostrado con “Buried” que se puede sacar partido a estos planteamientos con algo de ingenio).

Hay que decir que estamos ante un cuento moral en el sentido más tradicional: desde la voz en off del inicio nos anuncian que vamos a presenciar una variación moderna sobre una historia legendaria transmitida de abuelos a nietos. Como en otras películas de Shyamalan, tienen gran importancia los temas de la responsabilidad personal, la certeza de un sentido en el universo,  de que nada es casual, y finalmente, una llamada a creer en lo trascendente. Desde ese punto de vista, podríamos decir que el mensaje es positivo y muy a contracorriente del nihilismo imperante.

El problema está en la forma: el guión que debe transmitir estos interesantes valores es un absoluto desastre, con personajes inverosímiles interpretados por actores mediocres (especialmente lamentable resulta el guardia de seguridad hispano y la forma de tratar su religiosidad). La falta de suspense es total, llegando a darse momentos involuntariamente cómicos.

Finalmente, el mensaje se transmite de un modo demasiado explícito y verbal, con lo cual se consigue el efecto contrario del pretendido: que dicho mensaje resulte ridiculizado a ojos del espectador.

Por lo menos, la película es corta y no llega a aburrir a pesar de la impericia del director.

En definitiva, una historia con buenas intenciones que se quedan en nada al cobrar forma en una mala película.

 

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