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Una mujer en África

Caratula de ""

Crítica

La película de Claire Denis (París, 1948) “Una mujer en África” llega a España tras estrenarse en 2009 en Francia y narra humanidades enfrentadas a contiendas y situaciones límites en las que las “seguridades” occidentales no tienen cabida.

María Vial (Isabelle Huppert, “Ocho mujeres”, “Madame Bovary”, “La pianista”, entre los más de 40 filmes a sus espaldas) y su ex marido André Vial (Christopher Lambert, “Greystoke”, la saga de “Los inmortales”, entre otras) regentan una granja de café en un país africano inmerso en luchas por el poder. Viven con su hijo Manuel, su suegro, un hijo del marido tenido con una autóctona que también convive con ellos y un grupo de trabajadores que les ayudan en la recolección. Esta ayuda llega a su fin cuando aparecen los enfrentamientos entre gobierno y rebeldes que arrastra en una paranoia de muerte a muchos inocentes. El drama de los niños soldados vuelve a aparecer  crudamente, utilizados como material de guerra, su infancia es expoliada para convertirlos en asesinos y, por tanto, en víctimas.

Con firmeza y sin concesiones que tampoco caen en el exhibicionismo, Denis, que ha vivido varias épocas en países africanas, nos muestra un calidoscopio rico de actitudes humanas con multitud de imágenes y con parquedad de diálogos que terminan en el sinsentido, a pesar de que el recorrido de la cinta apunta a que habría otros finales más esperanzados al querido en el guión de la propia Denis y de Marie N’Diaye. Es verdad que el “Dios no se ha ido” del cartel de la iglesia ultrajada con cadáveres y saqueada es una paradoja terrible para finiquitar el escaso resplandor en una oscuridad cada vez más densa, pero hay gestos humanos dignos en los que se ejerce la libertad (el abrazo de una autóctona a María, cansada y rota de dolor, la mano tendida de otro para subirla al autobús…) que demuestran que el ser humano al límite es capaz también de todo lo mejor.

Lo demuestra también María, quien pelea por mantener su posesión (irá al pueblo cercano a contratar obreros para recoger la cosecha de café, una vez que su cuadrilla huye por el miedo a las represalias), a pesar de que los blancos son non gratos en el país y de no contar con la ayuda de su ex marido ni con la del inane de su hijo Manuel, al que adora al tiempo que le echa en cara su pasividad.

Con todo, agradecemos el realismo de “Una mujer en África” que nos ahorra los inútiles discursos ideológicos al uso con que nos regalan algunos progres “iluminati”, sustentada también en unos argumentos fílmicos con un peso notable del rodaje con cámara en mano, planos cortos y detalle con contrapuntos en otros fijos y panorámicos; en un montaje que combina la linealidad con algunas retrospectivas; y en la utilización de sonido ambiente y de una perturbadora banda sonora de “rallados” semitonos con instrumentos de cuerda, compuesta por el “popero” progresivo Stuart Staples, colaborador de Denis en otras títulos.

Comedida en explicaciones, los parlamentos de Isabelle Huppert son escasos, pero no por ello “tira” el papel, construyéndolo en su rostro y con su espigada fisonomía;  menos expresivo el de Lambert, pero en conjunto suficiente como el resto del reparto, todos y cada uno mimados con pocas pero densas palabras.

Esta misma naturalidad en el predominio de la imagen sobre los diálogos impide conocer el interior de los personajes, lo que les va haciendo extraños al espectador, perdiendo interés por ellos, máxime porque aquellos encaran situaciones límites que requieren provocar la implicación emocional de estos dándoles a conocer sus motivaciones (aquí subyace el discurso entre la pureza o el equilibrio del cine como lenguaje y del cine como espectáculo) con la sensación subsiguiente en la sala de que el filme se alarga excesivamente.

En conclusión, una película interesante, difícil de ver, desesperanzada en un final “elegido”, que con granja y todo, viene a ser un contrapunto más cercano a la realidad del continente negro que la colorista “Memorias de África”.

 

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