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La canción de mi padre

Crítica

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

“Somos optimistas, y soñamos con la vuelta de Frank Cappra”. Son palabras de John Erwin, director, con su hermano Andrew, de esta película sobre la esperanza, el perdón y la redención. Con ella, sus directores han logrado su intención de comunicar que no importe quien seas o lo que hayas hecho, siempre puede haber un cambio a mejor.

I can only imagine es una canción del grupo de rock cristiano Mercyme. Y es el nombre original de este curioso biopic, que recoge la historia de una canción, que no es sino la historia de redención y de perdón de su compositor, Bart Millard (J. Michael Finley). Una canción en la que su autor volcó su experiencia de sanación y que, convertida en gran éxito en los USA, con su letra y con la emoción que comunica, ha acompañado a miles de personas, como al propio John Erwin según reconocía en la première de la película.

Una película bellísima, pero dura. El padre de Bart (Dennis Quaid) es un hombre violento que nunca ha entendido a su hijo; su frustración la canaliza sobre él y sus expectativas pesan sobre el chico como un fardo insoportable. Bart, un apasionado de la música, que ha sido su refugio en una infancia vivida entre el abandono de su madre y la violencia del padre, nunca ha puesto en valor el enorme don de su voz, hasta que alguien cree en él. Desde entonces, buscará el desarrollo de su carrera musical, que es su vocación, pues se siente llamado a algo grande. Los obstáculos son inmensos, hasta que alguien le hace descubrir qué es lo que le impide sacar todo su potencial, y cómo tiene que curar sus miedos si es que desea que su música llegue de verdad a la gente.

El guion es excelente, sin perder tensión en un solo momento; los amantes de la música disfrutamos viendo los entresijos de las actuaciones, del management y del lado menos glamouroso del rock: el talento no es lo único necesario para que uno pueda hacerse escuchar. Los actores están sensacionales, y particularmente Dennis Quaid, inmenso.

Para el público español, la idea de una canción religiosa que pueda tener éxito comercial es una idea extraña. Sin embargo, en los Estados Unidos, la música cristiana tiene un recorrido mucho más amplio que en el continente europeo. Se dice que la música cristiana es un universo paralelo al de la música secular o comercial (o mainstream). Son muchas las causas que han llevado a ello. El hecho de que el cristianismo no sea cool es el factor que muchas veces impide que radios o discográficas mainstream no radien o fichen a un artista cristiano. Por eso se ha desarrollado todo un mundo paralelo, porque el seguimiento de la música cristiana es masivo, en cualquier caso.  Entre las causas del destacado papel de la música rock cristiana en los USA tenemos el impacto que la música negra (término que empleo aquí como un timbre de gloria) ha tenido en toda la música del siglo XX. La música blues y rhythm and blues tuvo, como una de sus fuentes, el gospel que se cantaba en las iglesias del Sur; la aportación a estos estilos de grandes cantantes, que o bien han sido pastores, o directores de coro, o hijas de pastor nunca será suficientemente ponderada. Nombres como Aretha Franklin o Whitney Houston dan cuenta de ello. La música cristiana tiene, además, en los Estados Unidos, su propio circuito de radios, festivales, publicaciones, management de artistas, listas de éxitos. Es toda una industria la que se establece alrededor de ella y parte de la terminología de la experiencia cristiana está presente tanto en el country como en el r’n’b.

Por eso, que canciones como I can only imagine tuvieran un éxito arrollador puede explicarse, al menos, por tener un base en que asentarse: artistas, discográficas, estudios, djs de radio, festivales… Que canciones así toquen el corazón de la gente puede producirse o no. Esta canción lo logró y sus directores le han hecho un verdadero homenaje: a Bart Millar y a su historia de esperanza, perdón y redención.

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